La modestia, antesala de la grandeza ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 48/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Tercera parte: Cien "lecciones-reflexiones" de sabiduría esencial que deben ser bien meditadas y llevadas a la práctica en la vida cotidiana.

 

- 23.- La modestia, antesala de la grandeza.

 

"Cuanto más grandes somos en humildad, tanto más cerca estamos de la grandeza" (Rabindranath Tagore).

 

"Demuestra tu buen nivel de autoestima, pero también de humildad y de inteligencia, y no alardees ni te las des de nada. La autoalabanza y el autoincienso, aparte de crearte problemas y enemigos, te hace aparecer como un ser vacío, estúpido y primario".

 

Que la grandeza está en la humildad es algo tan evidente que ni el más tonto lo duda. Quien es verdaderamente grande se reconoce por sus buenas y nobles acciones, no por su boca, que sólo se abre para reconocer su propia pequeñez, sus limitaciones y carencias.

 

A lo largo de mi vida he observado que las persoans verdaderamente grandes que se cruzaron en mi vida eran básicamente amables, sencillas, muy cercanas y humanas, y tan simpáticamente positivas y motivadoras que a cuantas se encontraban en su camino les contagiaban su alegría y positivismo, y les hacían sentirse valiosos e importantes. Además de estas cualidades que resaltaban su grandeza dentro de su natural sencillez, descubrí dos virtudes muy destacadas:

 

- La 'primera', la de saber estar siempre por encima de las ofensas, de las injurias, de las injusticias sufridas y del dolor.

 

- La 'segunda', resurgir de las cenizas y de la basura con que pretendían lodarles los necios, los envidiosos, los frustrados por su insignificancia y los cobardes.

 

¡Cómo se crece ante el dolor, la injusticia y la injuria la indestructible fortaleza del humilde! Recuerdo a un pequeño empresario que montó un negocio del que vivían veinte familias. Era un trabajador humilde que hipotecó su casa para poner los cimientos de una empresa familiar que en quince años ya tenía dieciséis empleados. Fue en aquellos años en que se cerraron miles de empresas. Francisco, de la noche a la mañana, se vio denostado, injuriado y denunciado por la casi totalidad de sus trabajadores, muchos de ellos compañeros de trabajo, bien pagados y mimados, que un día se vinieron con él atraídos por su trato humano y generoso. "Yo soy un trabajador como vosotros, que me la jugué dejando mi trabajo e hipotecando lo único que tenía, mi piso", les decía suplicante este buen hombre. Ellos, implacables, le respondieron: "Tú ya no eres un trabajador, tú eres un rico más que nos explotas a tu modo"...

 

Francisco tuvo un amago de infarto a sus cuarenta y dos años, se quedó sin un céntimo y empezó de nuevo de la nada. Eran malos tiempos aquellos para las pequeñas y para las grandes empresas, pero este gran hombre logró superar la maldad, injusticia y traición de los que tenía por amigos y hoy vive en paz y bastante bien, dirigiendo una diminuta empresa familiar formada por seis personas: él, su esposa e hijos. Dice que no guarda ningún rencor contra quienes le hundieron y pretendieron destruirle.

 

Me encanta referirme con frecuencia a tantos grandes hombres y mujeres desconocidos y humildes que no se dan la menor importancia, no alardean de nada y tienen gran mérito por su coraje, su sencillez y su eficacia. Gracias a ellos progresa la ciencia, se realizan acciones generosas y solidarias, se crean empresas arriesgando lo poco que se tiene y se construye un mundo mejor.

 

No me cabe la menor duda de que también hay personas que realizan acciones meritorias y arriesgadas de las que todos nos beneficiamos, pero su prepotencia, su orgullo y su arrogancia empañan en gran medida su labor. Aprende del aprendiz de sabio a sentirte a gusto contigo mismo y no busques el beneplácito ni quemes incienso ante la estatua que tú mismo te has erigido. Resulta insoportable y patético.

 

(Bernabé Tierno)