Haz el bien sin mirar a quién ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 61/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Tercera parte: Cien "lecciones-reflexiones" de sabiduría esencial que deben ser bien meditadas y llevadas a la práctica en la vida cotidiana.

 

- 36.- Haz bien sin mirar a quién.

 

"Vivifica el sol a todos los seres con sus rayos benéficos: imita pues tú su ejemplo, haciendo, aunque no se te pida, todo el bien posible" (Epicteto).

 

"En dar está la recompensa... Haz el bien siempre que peudas, en todo lugar y circunstancia y el mismo bien que reportas a los demás te será devuelto con creces. ¿Quién hay ahora mismo cerca de ti que te necesite? Haz el bien primero a quienes tienes más cerca y siempre a cualquiera que se cruce en tu camino... pero sin distinción, sin mirar a quién lo haces, necesariamente".

 

No pretendo con mis palabras convencer al lector de que, si quiere ir al cielo, tiene que ser una persona bondadosa. En mis años juveniles, dada mi formación en la fe católica, me esforzaba en convencer a la gente de que las buenas obras eran la garantía de nuestro paso a una feliz vida eterna, junto a Dios Nuestro Señor. Mi bondadoso padre, sencillo agricultor, bueno e inocente entre los más buenos e inocentes, cada vez que alguien blasfemaba decía en voz alta: "¡Alabado sea Dios!". No se cortaba en absoluto y añadía: "Por cada ofensa que tú hagas a Dios, yo lo bendeciré". Pues bien, yo, que crecí en una familia católica practicante y de sólidos principios, pronto me di cuenta de que a muchas personas, fueran creyentes o no, poco les importaba su futuro después de la muerte y les traía al fresco que hubiera cielo o infierno. Llegué a pensar que los malos, los que no tenían principios, se lo pasaban bien en esta vida, y como alguno me decía: "A mí que me quiten lo bailado..."; mientras que los buenos eran un tanto estúpidos porque llevaban una vida de sacrificio y de práctica del bien, que no les proporcionaba demasiada felicidad ya que siempre tenían la duda de si sus buenas acciones serían lo suficientemente meritorias como para ganarse el cielo...

 

Estando así las cosas, un día se hizo la luz en mi mente y descubrí la solución a todos mis problemas: es propio del sabio ser bueno, no tanto por amor a los demás, ni porque se trate de un mandato divino, sino sencilla y llanamente para estar en paz con uno mismo, para sentirse valioso, para ser feliz. Porque nada produce mayor felicidad que ver que con nuestra vida, con lo que pensamos, decimos o hacemos, un ser humano, bastantes seres humanos son más felices o menos desgraciados.

 

Por eso, hoy cuando alguien predica o dice que debemos ser buenas personas porque Dios así lo manda y para ganarse el cielo, yo le digo que añada a todo eso que hay que ser también buenas personas porque es prueba evidente de verdadera inteligencia. Al final, uno llega a entender que el gran problema del malo es ser tonto de remate, porque se priva del mayor de los bienes que le es dado al hombre para ser y sentirse feliz, hacer y practicar el bien.

 

Por todo lo que llevo dicho, cuando alguien repite convencido que nadie es más que nadie y que nada nos hace superiores a los demás, yo le corrijo con firmeza y respeto y le digo: para Beethoven y para mí, sí hay algo por lo que un hombre puede ser superior a otro, y es por su bondad.

 

(Bernabé Tierno)