Perfeccionista compulsivo: Que todo sea y esté perfecto, ordenado, maravilloso, porque necesito imperiosamente tener éxito en todo lo que me proponga ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 17/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Primera parte: Las doce necesidades insatisfechas, imperiosas, desmedidas, que son consecuencia de nuestros vacíos del alma y nos hacen infantiles, insensatos y desgraciados.

 

- 12.- Perfeccionista compulsivo: Que todo sea y esté perfecto, ordenado, maravilloso, porque necesito imperiosamente tener éxito en todo lo que me proponga.

 

"Quien con perspicacia declara su limitación se halla muy cerca de la perfección" (Johann Wolfgang von Goethe).

 

Todas las imperiosas necesidades que atenazan al ser humano y que venimos analziando desde el principio son traumatizantes, desestabilizadoras y paralizantes, pero esta última se lleva la palma, porque es generadora directa de altos niveles de ansiedad y de estrés, de minusvaloración personal y bajo concepto de sí mismo, pero también de hostilidad, de frustración, de desprecio a los demás, de celos y de graves conflictos en las relaciones personales.

 

Observe el lector que la necesidad imperiosa de tener éxito y su equivalente, el pánico al fracaso, pueden desencadenar dos reacciones o efectos contrarios:

 

- La actividad desasosegante, estresante y desmedida.

 

- La abulia, la pasividad, el desaliento y el negativismo total.

 

En definitiva, se peca por exceso o por defecto. En el primer caso el miedo enfermizo al fracaso unido a la imperiosa necesidad de tener éxito cristalizan en la idea obsesiva de triunfar a costa de lo que sea y, como consecuencia, la persona perfeccionista, en una primera reacción, se impone un ritmo frenético de trabajo, que nunca es suficiente ni produce los resultados deseados. El perfeccionsita sediento de éxito no tiene vacaciones, le quita horas al sueño, apenas tiene descanso y termina por agotarse y estresarse física y psíquicamente.

 

"Los espíritus desenfrenados aspiran inútilmente a lograr la máxima perfección" (Johann Wolfgang von Goethe).

 

Es típico del perfeccionista que busca ansionsamente el éxito el estar siempre insatisfecho por su rendimiento, ya que nada le parece suficiente y se compara de manera desfavorable con los demás. Esa permanente insatisfacción es otra fuente de estrés, que le conduce también al agotamiento.

 

En el polo opuesto está el perfeccionista por defecto, quien, al constatar que es imposible ser el mejor y que todos los intentos por llegar a satisfacer esa necesidad imperiosa de éxito han sido en vano, se instala en el derrotismo, en la inacción y el pasotismo. De ahí a la depresión, la baja estima y el sentimiento de incompetencia hay un paso. Quien vive tenso y atenazado por el miedo al fracaso, ya que para él todo debe ser perfecto y maravilloso y sólo tranquiliza y estabiliza el éxito, rehúye de manera constante tomar parte en actividades que le obliguen a competir, porque su rentimiento podría ser comparado de manera desfavorable con el rendimiento de los demás. El temor a ser rechazado, a no lograr el máximo de aceptación le lleva a la represión e inactividad y de ahí a cerrarse en sí mismo, al aislamiento, a la soledad, al autodiálogo negativo y a la depresión.

 

Entre las personas con hiperactividad y desasosiego y las abúlicas y pasivas, que también son víctimas del perfeccionismo y de la necesidad imperiosa de tener éxito, se encuentran las personas eficaces que experimentan un gran placer en el trabajo que realizan, pero no hacen del éxito la medida de su valía personal. Tienen claro que "la felicidad es también el camino", y que son necesarios muchos fallos y fracasos que nos enseñan y ayudan a despejar de obstáculos la senda que conduce hacia el logro de los objetivos.

 

La diferencia está en que las personas equilibradas y maduras, que han iniciado el camino de la sabiduría, ya se sienten suficientemente dichosas y valiosas por el hecho de disfrutar de muchos momentos gozosos con más o menos éxito, pero no hacen de este último la razón de su existencia ni pretenden el imposible de proponerse lograr siempre tener éxito en todo.

 

El aprendiz de sabio es tenaz, pero con inteligencia, no con estúpida tozudez, y sabe muy bien cuándo llega el momento de cambiar la acción, de dejar un asunto, zanjarlo y liquidarlo, porque no lleva a ninguna parte seguir insistiendo por más tiempo. Somos seres humanos limitados, con defectos, inconstantes y volubles. Es bueno apuntar alto y confiar en nosotros mismos, pero sin olvidar que somos quebradizos y vulnerables.

 

Hacer lo que se puede, aprender a vivir gozosamente con lo que somos y tenemos y limitar al máximo las necesidades imperiosas y castrantes, como la de ser perfecto y maravilloso y tener éxito en todo, seguramente es la máxima perfección a la que podemos aspirar los seres humanos. Ya somos felices o, mejor dicho, ya tenemos todo lo necesaro para ser razonablemente dichosos y vivir de forma gozosa, el problema está en que no somos conscientes de ello y para mayor desgracia nos empeñamos en buscar la felicidad en caladeros donde no se encuentra y... así nos va.

 

(Bernabé Tierno)