Nadie más menesteroso que el avaricioso... : Necesidad imperiosa de tener cosas, de atesorar riquezas y propiedades y que los demás se enteren ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 16/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Primera parte: Las doce necesidades insatisfechas, imperiosas, desmedidas, que son consecuencia de nuestros vacíos del alma y nos hacen infantiles, insensatos y desgraciados.

 

- 11.- Nadie más menesteroso que el avaricioso... : Necesidad imperiosa de tener cosas, de atesorar riquezas y propiedades y que los demás se enteren.

 

"No podemos tenerlo todo. ¿Dónde lo guardaríamos?" (Te Ven Wright).

 

La obsesión por tener más de lo necesario, de lo que nos permitiría vivir sin dificultades, casi siempre va aparejada con el no ser ni sentirse suficiente, con un gran vacío interior que precisa ser llenado con cosas, propiedades y riquezas materiales. Esta necesidad de tener y acumular cosas pretende compensar carencias que difícilmente pueden suplirse con la fama y la riqueza, pero el hombre sin contenido y sin vida interior prácticamente sólo vive de cara a la galería y no sacia jamás sus deseos de tener porque necesita la envidia de los demás para experimentar esa satisfacción enfermiza de sentirse superior por lo que tiene y atesora, ya que no puede impresionar a nadie por lo que es, por sus propios méritos y valores.

 

¿Puede haber mayor estupidez y carencia de sensatez y de sentido común que atesorar riquezas para intentar engañarse a sí mismo y tratar de engañar a los demás, buscando su reconocimiento, admiración y envidia, porque se atesora una inmensa riqueza, un impresionante patrimonio? Paradójicamente cuanto mayor es el afán por atesorar cosas, por enriquecerse y por impresionar a los demás por lo que se tiene, más pobre y menesterosa es la persona en valores humanos, en méritos y en auténtica valía personal, y más lejos está de encontrar el camino que lleva a la plenitud interior y a la riqueza del espíritu.

 

- ¿Cómo puede llegar a dominarse esa necesidad imperiosa de tener cosas y de atesorar riquezas y retornar a la sabiduría?

 

Lo primero y fundamental es ser consciente de que se camina por un sendero equivocado, y que poseer más y utilizar las riquezas y las apariencias para suplir el ser es una locura, un despropósito y una insensatez.

 

El segundo paso ha de encaminarse a buscar en los caladeros de la verdadera riqueza; la del intelecto, la del sentimiento y la del espíritu. Aquello de "no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita" sería el principio fundamental. Si nos creamos constantemente necesidades y nada nos satisface, siempre seremos menesterosos por muchas riquezas que atesoremos. Ese deseo crónico de tener cada día más y más y más, te dejará cada vez más vacío y con menos consistencia interior hasta aniquilarte. Si de verdad quieres ser rico en algo más que en cosas y propiedades no te afanes tanto en aumentar tus bienes materiales, sino en disminuir tu codicia y contribuir con lo que tienes a que otras personas desheredadas cubran sus necesidades materiales y de todo tipo.

 

¿Piensas que la riqueza sólo se mide por lo que se tiene y acumula? Pues estás en un grave error, porque el que es verdaderamente rico lo es más por lo que disfruta que por lo que posee. Muchas personas disfrutan de infinidad de cosas que no poseen en exclusiva, pero saben hacerlas suyas con su mirada y su corazón. La belleza y la riqueza de la naturaelza es paladeada no pocas veces por personas humildes que la contemplan y la hacen suya, mientras que casi siempre pasa desapercibida para los que sólo viven para atesorar y no tiene tiempo para contemplar y disfrutar lo que tienen.

 

Quien llega a familiarizarse con la escasez no será nunca rico en bienes y propiedades, pero es muy probable que tenga más tranquilidad y paz de espíritu que el codicioso, el avaro y el que sólo vive para tesorar y amasar mucho dinero. Todo es cuestión de prioridades y cada persona establece las suyas y condiciona su presente y su futuro.

 

Nadie pone en duda que es noble y muy loable crear riqueza, y la ambición, que tiene muy mala prensa, no siempre es reprochable. Existe una ambición sana, una pasión loable y un deseo de conseguir objetivos, uno de los cuales puede ser enriquecerse de forma digna. El problema está cuando se dispara el noble deseo de progresar, se pierde el sentido de la medida y la persona convierte en fin lo que sólo debería ser un medio.

 

En mi libro 'Atrévete a triunfar', publicado en esta editorial, ya me refería a la noble y loable ambición que practica el principio "gano-ganas", que defiende que siempre hay que procurar que el beneficio propio debe romper las barreras del egoísmo y revertir en bien de los demás. Parafraseando al Barón de Holbach, si la ambición es laudable cuando la acompaña el deseo y la capacidad de hacer felices a los demás, las riquezas nos dignificarán como personas, cuando nos ayuden a ser más generosos y a entender dos cosas: que si nos obsesionan y esclavizan, nos convertirán en miserables y necios y que no hay mayor riqueza y más segura que estar satisfechos con lo que ya poseemos y disfrutarlo. Desearlo todo e inquietarse porque no podemos lograrlo es prueba segura de necedad.

 

El aprendiz de sabio vive para disfrutar de lo que es y de lo que tiene, no envidia ni se obesiona por atesorar bienes materiales y dedica su vida a mejorar en lo posible en todos los ámbitos; también en lo material, pero teniendo muy claro que su fin en esta vida es atesorar muchos momentos de felicidad y que la felicidad está en no necesitarla, como decía Séneca. Quien más necesita y más se lamenta se aparta del verdadero gozo de ser suficiente y de sentirse dichoso y en paz consigo y con los demás, tenga mucho o poco. Sin duda, nadie es más menesteroso que el avaricioso, porque, como bien dice Publio Sirio, al pobre le faltan muchas cosas, pero al avaro le faltan todas.

 

(Bernabé Tierno)