Carroñero del alma, corroído por la envidia: Necesidad imperiosa de encontrar defectos, de criticarlo todo y a todos, casi siempre alimentada de envidia (defecto-vicio nacional) ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 15/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Primera parte: Las doce necesidades insatisfechas, imperiosas, desmedidas, que son consecuencia de nuestros vacíos del alma y nos hacen infantiles, insensatos y desgraciados.

 

- 10.- Carroñero del alma, corroído por la envidia: Necesidad imperiosa de encontrar defectos, de criticarlo todo y a todos, casi siempre alimentada de envidia (defecto-vicio nacional).

 

"Sólo se tiran piedras al árbol cargado de frutos" (Proverbio árabe).

 

Las personas que van a la caza de los defectos de los demás, que disfrutan ahozando en el lodazal ajeno, en las miserias y debilidades humanas del prójimo, como sucede en los programas del corazón en la actualidad, paradójicamente no soportan la más leve de las críticas sobre sí mismas...

 

El hipercrítico es un carroñero del alma, porque su mordacidad, su ironía y su forma de herir es mortal, va directo adonde más duele, adonde más puede ofender y destruir. Se cree con derecho a emitir juicios sobre todo y sobre todos, sin apenas pruebas. De meras suposiciones saca conclusiones palmarias y de ahí a juzgar y condenar en un solo acto, no hay nada. Existe algo que define al carroñero del alma, al buscador de defectos, debilidades y miserias humanas y es que jamás pretende ni remotamente encontrar soluciones a los problemas y defectos, únicamente le seduce, le encanta refocilarse con su hallazgo, con la noticias.

 

¿Te dice esto algo? Siéntate durante unas horas ante el televisor y mira los mismos periodistas a distintas horas recreándose en lo que hace y no hace con su sexualidad, con su vida, con su cuerpo fulanita, mentanita y zutanito. Vuelve a poner dentro de un año un solo día la televisión y te encontrarás a esas mismas personas comentando las mismas intimidades y miserias de los mismos personajillos.

 

Los carroñeros del alma, de la intimidad humana, hacen su agosto desde hace años, pero observarás que si hablan de malos tratos, de violación o de falsos testimonios, al presentador de turno no se le ocurre ofrecer una ayuda, alternativa o solución a la cuestión o problema que se denuncia o mejor airea y paladea... sólo interesa atizar el morbo por el morbo.

 

Los carroñeros que hociquean y babosean en las vidas de los demás abundan, y lo que buscan es alegrarse, darse la fiesta a costa de la crítica destructiva, de la mofa y del destrozo que se hace en la vida de un semejante. Estos tipos vomitimos están por todas partes y no es tan difícil detectar su presencia, no hablan jamás bien de nadie y tratarán de congratularse contigo, invitándote e incitándote a que le secundes en su tarea de crítica demoledora.

 

Claro que el primer criticado sin piedad serás tú mismo en cuanto le des la espalda. Su objetivo es destruir, demoler, derribar, herir, hacer daño y es incapaz de crear, de construir algo, de detectar algo bueno en su semejante, salvo que sea para ganarse su amistad y de forma falsa e hipócrita para darle donde más le duela en la primera ocasión. El hipercrítico puede tener un pasado negativo, de frustración pesimista. Debería criticarse a sí mismo y como no soporta sus defectos, reacciona criticando a los demás de forma desenfrenada.

 

- ¿En qué se diferencia el acusador crónico del buscador de los defectos y debilidades humanas?

 

Puede decirse que son tal para cual, que son siameses. Uno hace de policía, busca culpables y el otro hace de juez, juzga y condena. Seguramente la necesidad emperiosa de buscar y encontrar defectos, debilidades y miserias en los demás es anterior a las restantes necesidades imperiosas y destructivas del prójimo. Así, tanto quien busca ser importante como el que siempre necesita tener razón o quien necesita descargar su ira sobre los demás o cargar las culpas sobre alguien empezará por buscar defectos, debilidades y miserias criticables y condenables.

 

- La buena y loable crítica.

 

La crítica en el sentido de detectar un defecto o problema en nuestros semejantes con el ánimo de ayudarles a que los corrijan o superen es posible y tiene tres aspectos fundamentales:

 

- No se hace desde el odio, la envidia o los deseos de venganza, sino desde el amor, la bondad y el deseo de ayudar, tratando al criticado tal y como uno mismo desearía ser tratado.

 

- Quien hace la crítica la hace con mucho tacto, delicadeza e inteligencia. Por eso de ningún modo se pone a sí mismo como ejemplo de persona perfecta, muy al contrario, antes de ver la paja en el ojo ajeno, es sincero y admite que él también tiene una viga en el propio ojo. Es decir, se critica a sí mismo antes de criticar.

 

- Busca soluciones, ofrece alternativas, recuerda a la persona criticada todo lo que tiene de positivo y valioso, le demuestra fe plena en que logrará superar sus limitaciones y no la critica ni la destruye, sólo juzga conductas y comportamientos.

 

- La necesidad imperiosa de encontrar defectos y la vida familiar.

 

Puede imaginarse el lector casado con alguien para quien el cónyuge y los hijos jamás hacen algo medianamente bien y que va de forma despiadada a la caza de todos los fallos, defectos, descuidos, lapsus... miserias de alguien con quien vive las veinticuatro horas. ¡Es insoportable! ¿Qué pasa con los hijos? Si papá o máma o los dos son pluscuamperfectos y tú sólo eres un mierdecilla que no da una, que siempre te equivocas, que eres atacado y ridiculizado, tu autoestima y sentimiento de competencia no levantarán cabeza.

 

- ¿Qué hacer ante un carroñero del alma que sólo busca tus defectos?

 

- No estar jamás disponible para este tipo de personas y huir de ellos como de la peste. Solamente escucharás una crítica, venga de donde venga, que cumpla los tres requisitos que acabo de apuntar al referirme a la buena crítica.

 

- Ten bien presente que quien no respeta tu dignidad, carece de ella y no merece tu respeto, retírale tu amistad y confianza y déjale con sus críticas.

 

- La mala crítica sólo la ejercen ratas de alcantarilla que necesitan ocultar sus miserias mostrando tus defectos y presentándote como un indeseable para aparecer ellos como seres estupendos.

 

- La prueba más evidente de que te están haciendo una crítica destructiva, que no debes consentir, la tendrás al ver que van a por ti, a destruirte y anularte; no critican tus acciones, tu rendimiento, tu conducta, te critican a ti. Además el carroñero del alma es incapaz de encontrar lo bueno y noble que sin duda tienes como cualquier mortal.

 

"El lujo de ser mejores que los demás hay que pagarlo: la sociedad exige un tributo que ha de pagarse en tiras de pellejo" (Jacinto Benavente).

 

No hay montaña sin niebla ni horizonte sin nubes ni año sin catástrofes, y tampoco existe un ser humano con valía y con méritos que no tenga que pagar el precio de ser criticado y calumniado. ¿Cuál es el motivo, la verdadera causa? Que no es fácil soportar el éxito, el mérito del prójimo y que la envidia nos acompaña a todos de por vida. Es verdad que a unos más que a otros.

 

¿Cuál debe ser tu actitud como aprendiz de sabio? Recordar siempre que, como decía Napoléon, "la envidia es una declaración de inferioridad" y en consecuencia quien te critica y no para de buscar defectos y miserias en tu vida es un pobre desgraciado, muy acomplejado, que, consciente de su insignificancia, dedica su tiempo a encontrar la forma de hacerte daño, cuando en el fondo no hace sino levantarte un monumento con su envidia y su tristeza al reconocer tus méritos y cualidades.

 

Hay una forma de ser invulnerables a las críticas de los envidiosos y carroñeros que, como la avispa, recorren la piel buscando alguna herida, defecto, en que picar y herir. ¿En qué consiste? En hacerles ver que sus críticas, sus ofensas, su dedicación plena a hacernos daño no son sino una prueba palmaria de la importancia que nos conceden.

 

Tenemos que ser para ellos muy valiosos e importantes y tienen que envidiarnos mucho si dedican su tiempo y su vida a buscar nuestra desgracia en lugar de emplearse de lleno a vivir su propia vida y a ser felices. ¿No son dignos de compasión estos pobres desgraciados que cometen la incomprensible estupidez de perder el tiempo en perjudicar al prójimo?

 

(Bernabé Tierno)