Principio de la unidad y de la potencialidad pura ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 19/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Segunda parte: Principios o leyes universales que deben orientar y sustentar la vida del aprendiz de sabio.

 

- 1.- Principio de la unidad y de la potencialidad pura.

 

"Todo hombre es discípulo de alguna palabra profunda".

 

Bajo la infinita diversidad de la vida, de todo cuanto existe, subyace la unidad de un espíritu, de una energía que todo lo inunda, penetra y envuelve. Además, no hay distancia ni separación entre esa energía universal y nuestra naturaleza esencial que es pura potencialidad. El ADN es una evidencia de ese principio o ley de la unidad, ya que el mismo ADN existe en todas las células, aunque se materialice de diferentes formas que confieren la singularidad de cada célula en concreto.

 

Todo lo que existe es producto de esa mente (inteligencia, energía) universal que todo lo llena y activa, desde el átomo al cosmos. Todos somos esa potencialidad pura, y en el conocimiento consciente de esa esencia nuestra y como parte que somos de esa unidad y energía sin límites está latente en nosotros la capacidad de realizar cualquier sueño, porque somos la posibilidad eterna.

 

Si todos formamos parte de esa unidad, de esa energía omnipresente que todo lo inunda, de esa potencialidad pura, en la medida en que seamos conscientes y conozcamos nuestra propia naturaleza esencial, de forma más dinámica, vigorosa y activa se manifestará esa potencialidad en el yo de cada individuo humano. Pero el yo verdadero, la esencia, lo que alienta la propia existencia, el verdadero punto de referencia interna es la propia dimensión espiritual de cada persona, no las cosas ni los objetos de nuestra experiencia.

 

Cada vez que tomamos como referencia lo externo, las cosas, las personas, sus juicios, sus aprobaciones o sus condenas y críticas, nos sentimos dominados por las necesidades imperiosas sobre las que acabamos de reflexionar. Nuestros pensamientos, sentimientos y acciones esperan (necesitan) una reacción y percibiremos que nos domina el miedo a esa reacción. ¿Por qué sucede esto? Porque todas esas necesidades imperiosas que acabamos de analizar demandan poder externo y se basan en el miedo, en la necesidad de controlarlo todo, de obtener beneplácito de nuestros semejantes y lo que piensen o digan los demás condiciona y malogra nuestra existencia.

 

Nuestro 'ego', nuestra máscara social, no es nadie sin la necesidad desmedida de poder externo, que tampoco le confiere entidad y seguridad; porque sigue condicionado por necesidades imperiosas, por el miedo o lo que puedan pensar o decir los demás.

 

El yo auténtico, por el contrario, basa su fuerza, su consistencia y su poder en el conocimiento de sí mismo como parte integrante de la potencialidad pura, de su propia esencia, de su yo espiritual, libre de condiciones, de ataduras y de servilismos. Es el yo verdadero que siente en su interior el aprendiz de sabio, invulnerable e inmune a las críticas, fuerte y seguro en su humildad y sencillez, que no se siente ni superior ni inferior a nadie, pero se percibe nada menos que él mismo como parte integrante de esa unidad y energía sin límites.

 

- ¿Cómo accede el aprendiz de sabio a la dimensión de la potencialidad pura, de todas las posibilidades?

 

En medio de tanto ruido, tanta tensión, prisas, nerviosismo y vida estresante, el aprendiz de sabio se reserva un rato cada día para sentir y vivir el silencio, fuera y dentro de sí, ocupándose únicamente de ser, de sentirse en paz y en armonía consigo mismo, libre de ataduras, de condicionantes y necesidades imperiosas. En ese estado de equilibrio y de sosiego se siente inundado de esa energía universal, donde todo es sinergia, inmensidad, posibilidad sin límites, vida... y se dice a sí mismo: "Yo formo parte de ese todo, de esa unidad y participo de su esencia y de todas sus posibilidades".

 

La práctica de la meditación y de la reflexión sobre el contenido de los principios de sabiduría, en un marco de silencio interior y exterior y en pleno contacto con la naturaleza, es práctica habitual del aprendiz de sabio que, coherente con la dimensión espiritual más profunda de su yo verdadero, se abstiene de hacer juicios de valor.

 

Buena parte de nosotros pasa su vida criticando, clasificando, evaluando y juzgando a las personas, las situaciones y las cosas como buenas o malas, correctas e incorrectas, valiosas o inútiles. Esta actividad genera gran desasosiego, inseguridad, turbulencia y ruido en nuestro interior e impide o dificulta que circule libremente la energía entre el campo de la potencialidad pura y nuestro yo auténtico.

 

El principio de la unidad y de la potencialidad pura sólo se cumple si se dan las circunstancias de paz, quietud, silencio interior y renuncia a la crítica, los juicios de valor y de condena. ¿Por qué motivos? Porque por mucho que pudiéramos afinar y por abundante y completa que sea la información recibida, no estaríamos en disposición de juzgar y de condenar nada, ya que sólo dispondríamos de una pequeña parte de lo que consideramos la verdad.

 

'En síntesis': El silencio fecundo de la meditación y de la reflexión, la ausencia de juicios de valor y de críticas, estar en frecuente conexión con la naturaleza, percibiendo la interacción de todos los elementos y de todas las fuerzas de la vida bajo el denominador común de la inagotable energía universal que todo lo vivifica, nos llevará inexorablemente desde la comunión directa con la naturaleza al contacto profundo y estrecho con la esencia más íntima del ser, de lo que verdaderamente somos.

 

Es esa conciencia íntima de la propia esencia la que nos hace inmunes a las críticas y al miedo. El aprendiz de sabio es consciente de que en la medida en que sintonice su mente individual, dinámica y poderosa, pero con límites, con la mente infinita, sin límites y todopoderosa de la naturaleza, mayores serán sus posibilidades de creatividad, de eficacia y de plenitud. La quietud, el equilibrio universal de la potencialidad para la creatividad de la mente infinita y silenciosa de la naturaleza.

 

El movimiento, en sí mismo, es la creatividad de nuestra mente individula limitada a un aspecto concreto de esa potencialidad universal. El aprendiz de sabio se siente parte integrante de esa energía y potencialidad universal, y esté donde esté, y por mucha y azarosa que sea la actividad que realiza y los conflictos que le asedian, lleva siempre consigo esa paz, equilibrio y quietud de la potencialidad pura universal en que está inmerso.

 

La conjunción y combinación de la propia actividad con la quietud de la mente de la naturaleza nos llevará a liberar la creatividad en todos los campos a los que dirijamos la atención y la intención con tesón y entusiasmo, y con la convicción de que ya somos esa energía que todo lo inunda y de infinitas posibilidades.

 

- El principio de la unidad y de la potencialidad aplicado a tu vida.

 

Hoy levántate temprano y contempla en silencio el amancer desde tu ventana o en tu jardín, mientras escuchas el canto mañanero de los pájaros y respiras lenta y profundamente, como si al inspirar metieras en tus pulmones toda la energía del universo y al espirar dieras tu propia energía a los demás. Quédate en silencio un buen rato contemplando la madrugada, solo o en compaía de la persona amada. "Corazones fundidos en el amanecer de una misma madrugada...".

 

Déjate inundar de la serenidad, la paz y la vida que te rodea y haz el firme propósito para hoy de no hacer juicios de valor, no juzgar ni condenar a nadie y permanecer unido a la potencialidad pura de la que participa tu naturaleza esencial. Estás en permanente conexión con la inagotable energía del universo y, en consecuencia, todo cuanto emprendas desde ese silencio fecundo de la unidad y complementariedad de cuanto existe te será beneficioso y gratificante. Si te es posible, haz un rato de meditación cada día, y al anochecer disfruta también, en silencio y paz interior, de la belleza del atardecer mientras te das paz, te perdonas y sientes que eres tu mejor amigo.

 

(Bernabé Tierno)