Las trágicas minucias ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 30/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Tercera parte: Cien "lecciones-reflexiones" de sabiduría esencial que deben ser bien meditadas y llevadas a la práctica en la vida cotidiana.

 

- 5.- Las trágicas minucias.

 

"Plantearse los menos problemas posibles es la única manera de resolverlos" (Jean Cocteau).

 

"Si todo lo magnificas y dramatizas, si lo cotidiano y casi insignificante te agobia y hasta te saca de quicio, no sé por qué te extraña sufrir tanto, que por todas partes se escuchen tus lamentos y que no dejen de "crecerte los enanos" de los problemas contigo mismo y con los demás".

 

No hace mucho me escribió una mujer de treinta y seis años, pidiéndome ayuda porque reconocía que "se enfadaba muy a menudo, por cualquier cosa sin importancia, y el enfado y el malhumor le duraban a veces varios días". Este tipo de personas aprendieron desde sus primeros años a preocuparse por todo, a ponerse en lo peor y a esperar con miedo y rabia que las personas, las cosas y las circunstancias les fueran adversas. Cuando tratas de profundizar un poco en sus complejas vidas, descubres que permanecen sumidos en un "estrés anticipatorio", de nefastas consecuencias físicas y psíquicas, que las instala en la desgracia.

 

Como lo más insignificante se convierte en algo peligroso y terrible, el grano de arena se percibe como el Montblanc y el rasguño es una herida mortal de necesidad. Quien de todo hace un problema, esté donde esté y sea cual fuere su suerte, su edad o condición, se convierte "ipso facto" en el pararrayos de todos los males, desgracias, problemas y mala suerte. La propia persona es el problema. ¿Cuándo encuentra una salida a tan lamentable estado? En el mismo instante en que, valiéndose de su capacidad de observación y de su inteligencia, descubre al igual que el aprendiz de sabio que la misma situación que él vive como desgracia o catástrofe el vecino de enfrente la vive, asume y encara como algo normal, perfectamente superable y que en nada afecta a su estado de equilibrio, de gozo y de ganas de vivir.

 

Puesto que hablamos de personas que todo lo magnifican frente a las que saben relativizar las cosas y hasta disfrutar de las desgracias y contratiempos, el año pasado me contaba un médico amigo que en la misma habitación de un hospital atendía a dos enfermos que se veían obligados a guardar cama durante tres o cuatro mess. Uno de ellos le decía: "Me ha tocado la lotería, doctor; nunca he tenido vacaciones, siempre he trabajado como una mula y dentro de lo malo tengo la suerte de tener cuatro meses por delante para no hacer nada más que lo que me apetezca: leer, ver la tele, pensar, escuchar música, dejarme atender y mimar...".

 

En otra cama de la misma habitación y con el mismo problema, otro hombre maldecía cada día su suerte, amargaba la vida de su familia y la de cuantas personas pasaban por la habitación. "¿Por qué no aprende de su compañero? -le dije-. Tiene su mismo problema y no sólo no se lamenta, sino que rebosa felicidad". "No sé por qué se extraña -me respondió con evidente malhumor-. ¿No se ha fijado en su cara? Parece que todo le hace gracia sin venir a cuento. Yo le digo que no sé si es tonto o inconsciente o las dos cosas...". "Alguien que es capaz de encontrar felicidad en los contratiempos y desgracias se escapa a nuestros niveles de comprensión -le dije-, usted piense lo que quiera, pero me siento inclinado a imitarle más a él que a usted, querido amigo".

 

(Bernabé Tierno)