Organizar y gestionar las responsabilidades de estudio o de trabajo. Motivación y planificación ('¿Qué hago con mi vida?', Ángel Peralbo, coordinador, 8/30)


¿Qué hago con mi vida? De la revolución de los 20 años al dilema de los 30

 

- Capítulo 2: Organizar y gestionar las responsabilidades de estudio o de trabajo.

 

Por Tatiana Fernández Marcos:

 

"Una meta sin un plan es sólo un deseo" (Antoine de Saint-Exupéry).

 

- 2.1.- Motivación y planificación.

 

Quizá tengas la sensación de que no aprovechas bien tu tiempo. Quizá te gustaría hacer más cosas de las que haces, y sientes que dedicas demasiado tiempo al estudio o al trabajo. O, por el contrario, piensas que eres poco productivo y que se te van las horas con distracciones, como el móvil o durmiendo demasiado. Es posible que quieras emprender actividades nuevas, ya que estás en la edad de querer probarlo todo, de experimentar, y tal vez envidias a aquellos amigos que parecen tener una vida muy interesante, llena de planes variopintos. También es posible que no te guste lo que haces en el día a día o que en tus actividades diarias experimentes emociones de estrés, aburrimiento o tristeza.

 

Sentirnos contentos con nuestra rutina diaria tiene un peso muy importante en nuestra satisfacción vital. Dado que dedicamos muchas horas del día a las responsabilidades, ya sea trabajar o estudiar, será importante que tengas claras las respuestas a las siguientes cuestiones:

 

"- ¿Por qué dedico mi día a día a estos estudios o trabajo?

 

- ¿Es lo que realmente quiero?

 

- ¿Qué peso quiero que tenga en mi vida?

 

- ¿Le dedico tiempo suficiente?

 

- ¿Soy eficaz?

 

- ¿Mi forma de trabajar me permitirá lograr lo que quiero?".

 

Es posible que estés pensando que no todo depende de ti o de lo que tú escogerías. Los tiempos que corren no son buenos, seguramente te ha tocado elegir carrera o empezar a trabajar en un momento en el que la crisis económica y la falta de empleo han tenido un gran peso en tu decisión sobre qué estudiar. Puede que hayas elegido aquellos estudios que se supone que tienen más salidas laborales o lo que tus padres creían que eran mejor para ti. O quizá tienes un trabajo que no te apasiona, que no has podido elegir y que es lo único que has encontrado tras una larga búsqueda..., o ni siquiera has conseguido un empleo.

 

Sí, es cierto que las condiciones no son idóneas, pero eso no quiere decir que no puedas poner algo de tu parte para hacer que tu jornada sea mejor, ni que sólo te quede la opción de adoptar una actitud derrotista, dejando que las olas marquen el rumbo de tu barco.

 

El motor que te ayudará a planificar y desarrollar tu rutina y tus responsabilidades es la motivación. La motivación surge de tus valores, de tus emociones y de tu forma de ser; es un conjunto de factores internos y externos que van a determinar tus acciones. En palabras de Nietzsche: "Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo". Por tanto, pregúntate:

 

"¿Qué es lo que me mueve a actuar y a comprometerme con las metas que me propongo?".

 

"Lo que nos mueve a actuar son:

 

- Las emociones que experimentamos y a las que conviene escuchar. Es decir, qué me hace disfrutar, vibrar, qué me interesa, cuál es mi esencia, qué me define, con qué personas me siento identificado, cómo me gustaría que fuera mi vida, cómo me veo en cinco y en diez años. Estas respuestas sólo las tienes tú y son únicas para cada uno de nosotros.

 

- Los valores personales, aquello a lo que le das importancia en tu vida. Cuando hablamos de valores en el ámbito personal nos referimos a qué importancia le das a cada uno de los siguientes ámbitos de tu vida: familia, amigos, ocio, pareja, trabajo, educación, espiritualidad, vida comunitaria y cuidado físico (alimentación, deporte y descanso).

 

- Los valores profesionales, los aspectos que valoras más en un trabajo: flexibilidad de jornada y horario, dinamismo, creatividad, libertad, altruismo, prestigio, un buen sueldo, gratificaciones, estabilidad, reputación y estatus.

 

- Las habilidades, destrezas y cualidades con las que cuentas. Es muy útil conocer qué se te da bien, en qué aspectos destacas, cuáles son tus talentos y ser consciente de las experiencias exitosas que has tenido anteriormente en tu vida".

 

Reflexionar sobre estos aspectos te dotará de autoconocimento. Cuanta más confianza tengas en lo que eres y lo que quieres será más fácil para ti diseñar tu vida y tu día a día. Una vez identificadas tus emociones, motivaciones y valores, estás en disposición de tomar decisiones, actuar y, si es necesario, hacer cambios. A medio y largo plazo, una vez identificados tus valores, es el momento de plantearte metas y qué acciones concretas te acercarán a esas metas. Por ejemplo, si tu motivación es ser más eficaz en los estudios y poder dedicar más tiempo a hacer deporte, será importante que te propongas como meta organizar mejor tu tiempo semanal y que eso se concrete en un conjunto de acciones, como madrugar, seguir un horario, agrupar tareas...

 

En el día a día, una vez identificada una emoción, no la niego ni la expreso impulsivamente, sino que yo decido cómo canalizarla de modo responsable para que me sirva de forma productiva. Por ejemplo, si salgo estresado del trabajo, es importante percatarme de ello y buscar un momento de desconexión lo más pronto posible, ya sea con un rato de lectura, estiramientos, meditación, ver una serie o con una ducha relajante. Estaríamos canalizando mal la emoción si, en lugar de desconectar al llegar a casa, nos vamos enseguida a dormir y seguimos trabajando al mismo ritmo al día siguiente.

 

- El caso de Alba. Descubrir lo que te define.

 

Cuando Alba vino a consulta tenía diecinueve años, llevaba un año estudiando economía y se sentía completamente frustrada porque no le gustaban sus estudios.

 

Alba tocaba el fagot en el conservatorio de música desde que era pequeña y dedicaba los fines de semana a salir a la montaña con un grupo de scouts. Nunca había tenido claro qué hacer cuando finalizara el bachillerato, si estudiar economía o centrarse en los estudios de música.

 

Cuando llegó el momento de elegir, Alba estaba pasando por una situación complicada; sus padres se acababan de divorciar y se encontró con que cada uno de ellos le daba recomendaciones distintas en cuanto a su futuro. Finalmente, decidió estudiar economía, ya que era lo que había estudiado su madre y eran unos conocimientos que le garantizarían más salidas laborales.

 

En la primera sesión de terapia Alba se encontraba muy triste; su primer año en la universidad no estaba siendo como había imaginado. La carrera le parecía aburrida y no sentía ningún interés por los debates que surgían en clase. Por ejemplo, cuando hablaban de la bolsa. Dado que tenía que estudiar muchas horas, se había visto obligada a abandonar el conservatorio de música y a reducir mucho los fines de semana que salía con el grupo de scouts. Estaba tan desmotivada que, pese al tiempo que tenía, no era capaz de concentrarse para estudiar y vaticinaba el suspenso de gran parte de las asignaturas. Este hecho deprimía aún más a Alba, que siempre había tenido buenas notas. Sentía que todo iba mal y que no volvería a ser feliz como antes.

 

Empezamos a hacer consciente a Alba de que su problema tenía solución. Después de hablar con ella estaba claro que su vida había dado un gran giro, había abandonado muchas de las actividades que le agradaban y que llevaba practicando durante años, además de que la relación con sus padres no era muy satisfactoria. Pero, sobre todo, vimos que Alba había decidido qué estudiar sin tener en cuenta su forma de ser, lo que le gustaba, el tipo de actividades que hacía habitualmente y a las que querría dedicar su tiempo. Alba nunca había tenido que adoptar una decisión de tal envergadura; sus padres siempre habían tomado las decisiones importantes por ella y, cuando llegó el momento de elegir estudios, no tenía la suficiente confianza en sí misma para decidirse y temía equivocarse.

 

En primer lugar, teníamos que tomar una decisión en relación con lo que le quedaba de curso. Alba tenía claro que no quería continuar con economía, pero la animamos a presentarse a los exámenes finales para que viviese la experiencia. Trabajamos en que no viera esta decisión como un fracaso, sino como un acto de valentía que implicaba tomar las riendas de su vida, y pensamos cómo decírselo a sus padres. Después emprendimos un camino de autoconocimiento para que Alba se pudiera ver a sí misma, sus características, sus habilidades, lo que la hacía disfrutar y lo que para ella era importante en la vida y deseaba dedicarle más tiempo.

 

Mientras tanto, dado que había reducido su dedicación a la economía, fue retomando las salidas a la montaña. Esto ayudó a mejorar su ánimo hasta que tuviera claro qué hacer con su futuro. Finalmente, Alba decidió continuar con los estudios superiores de fagot y finalizar el conservatorio. La decisión no fue fácil; Alba contaba con el apoyo de su padre, que venía de una familia de músicos, pero no tanto con el de su madre. Además, la joven era consciente de que las salidas laborales serían más limitadas, por lo que tendría que esforzarse mucho para destacar. Pero estaba dispuesta a hacerlo, pues, a fin de cuentas, para ella dedicarse a la música sería dedicarse a su pasión. Consideró que si las cosas no iban bien, siempre podría dedicarse a la docencia, pues ahora más que nunca sabía que era posible cambiar de opinión y reorientar los objetivos.

 

Alba volvió a sentir la ilusión y la motivación que había perdido, estaba más satisfecha que nunca consigo misma y encaraba con determinación una vida con mucho sentido para ella.

 

- Pasar a la acción: empezar con motivación.

 

El gran reto radica en cómo motivarte a ti mismo cuando quieres alcanzar una meta pero te cuesta poner en marcha las distintas acciones que te llevan a conseguirla. Es decir, no bastará con que tengas claros los motivos por los que estudias o trabajas, sino que tendrás que recordarlos con frecuencia y animarte. Todos conocemos a alguien que cuando nos propone un plan tiene una increíble habilidad para convencernos e ilusionarnos con la actividad, en definitiva, tiene talento para motivarnos. De la misma manera, se trata de que aprendas a convencerte a ti mismo de lo valioso que es el esfuerzo de invertir cada hora y cada día en el objetivo que quieres lograr. A continuación, te describiremos los principales pasos para conseguirlo y los errores más frecuentes.

 

- Empezar con objetivos realistas.

 

Algunos estudiantes empiezan el curso en septiembre con muchas ganas y buenos propósitos. Con frecuencia, se plantean estudiar todas las tardes varias horas cuando salgan de clase y lo cumplen, empiezan el nuevo curso con buen pie. Pero pronto notan que no son capaces de mantener este objetivo a lo largo de todo el año y tienden a ir bajando el ritmo. Según ven que van perdiendo fuelle, se sienten decepcionados consigo mismos, se frustran, creen que otra vez están cometiendo el error de siempre y tiran la toalla.

 

¿Por qué les ocurre esto? ¿Qué es lo que no debes hacer? Es posible que estés pensando que la confianza en uno mismo es fundamental, y lo es, pero no es lo único. Si mi plan de acción inicial es muy ambicioso, es fácil que empiece a decaer mi capacidad de esfuerzo, y si empiezo a ver signos de poco éxito, y tengo experiencias previas similares, lo más fácil es que abandone el objetivo inicial.

 

Por tanto, no hay confianza que sostenga un plan de acción inadecuado. Será el plan de acción adecuado lo que me permitirá ir consiguiendo pequeños éxitos que me den confianza en mí mismo para seguir perseverando.

 

Si tu objetivo es correr una maratón dentro de un año, posiblemente no empezarás el primer día de entrenamiento corriendo treinta kilómetros, y así todos los que le siguen hasta la carrera; esto es algo impensable, sería un error que te llevaría a abandonar tu objetivo. Probablemente te lesionarías por haber forzado tu cuerpo a un ritmo para el cual no estaba preparado. Con nuestra mente ocurre lo mismo.

 

'¿Qué es lo que sí puedes hacer?' El primer aspecto fundamental es que tus objetivos deben ser fácilmente alcanzables. Pese a lo que puedas pensar, si día tras día te quedas con la sensación de no haber alcanzado los objetivos propuestos por ser éstos muy elevados, tus ganas de esforzarte decaerán; es completamente normal; es más, es lo esperable para cualquier persona.

 

"¿Qué es lo que sí puedes hacer?:

 

- Si quieres adquirir un hábito de estudio, tienes que ir entrenando tu mente para que permanezca concentrada tiempos mayores poco a poco. Comenzar con cincuenta minutos al día la primera semana ya es un buen objetivo y desde ahí podrías ir aumentando el tiempo.

 

- Es mejor estudiar un poco todos los días que estudiar toda la tarde un día y no volver a tocar el temario en una semana. Por muchos motivos: se te olvidará lo que has estudiado de un día para otro y el esfuerzo que tendrás que hacer para volver a entrar en contacto con la materia es mayor; no recordarás de qué iba el tema y eso hará que te dé más pereza; te agotarás tanto si te das un atracón de estudio que al día siguiente no tendrás ganas de lo mismo de nuevo, del mismo modo que si un día haces más ejercicio del que tu cuerpo puede asumir no tendrás ganas de repetir al día siguiente".

 

"Es fundamental que establezcas un equilibrio en tu vida, de forma que salgas con amigos, descanses, pases tiempo con tu familia, emprendas actividades de ocio y deporte... empezar el curso siendo aplicado no es renunciar a todo lo demás".

 

Es cierto que poco a poco tendrás que ir aumentando las horas de estudio y reduciendo el tiempo que dedicas a otras cosas, pero no debes renunciar del todo a ellas. Sólo habrá algunos momentos clave y puntuales, como el período de exámenes, en los que tengas que hacer una renuncia mayor.

 

"Tu sensación al finalizar la jornada de estudio debe ser de satisfacción, éxito y orgullo por haber conseguido las metas propuestas. Para ello necesitarás visualizar la meta final, o el premio, cada día, además de ponerte objetivos cortos frecuentes, para ir premiando cada uno de tus pequeños avances. Es importante que además te lo reconozcas y te felicites por ello. "¡Lo he conseguido!"".

 

Nadie sabe mejor que tú lo que te has esforzado. Cada pequeño paso hará que tengas más ganas de dar el siguiente, y cuando te quieras dar cuenta habrás concluido un largo recorrido con un agradable sabor de boca. Por si fuera poco, habrás desarrollado una cualidad muy útil para cualquier cosa que te propongas en tu vida: la constancia, la perseverancia. Recuerda que el esfuerzo no tiene por qué ir asociado a un gran sufrimiento.

 

- Darte mensajes positivos.

 

Algunas personas se dicen a sí mismas frases que desanimarían a cualquiera que esté estudiando o trabajando y que no son realistas ni compasivas con la situación que viven. Es posible que ni siquiera hayas reparado en cómo te hablas a ti mismo, es decir, cómo piensas. Es fundamental que nos demos mensajes de ánimo en el proceso de afrontar el día a día y especialmente en aquellas situaciones más exigentes, como los exámenes.

 

¿Qué es lo que no debes hacer? Los mensajes ante el examen del tipo "me va a salir mal", "no me lo sé", "lo llevo mal preparado", "voy a suspender" generan un estado de alerta en nosotros de tal magnitud que nos provoca una ansiedad excesiva e innecesaria. Esta ansiedad perjudicará, sin duda, el rendimiento en el examen. Estos pensamientos no sólo aparecen antes del examen, sino que podemos tenerlos también durante el mismo, provocando bloqueo mental y dificultando nuestra concentración: "esta pregunta no me la sé", "empiezo mal", "no me va a dar tiempo"... También pueden darse al final, después de haber afrontado el examen: "lo he hecho fatal", "siempre me pasa igual"...

 

"¿Qué es lo que sí puedes hacer?:

 

Algunas "autoinstrucciones" positivas que te puedes dar para el examen son: "lo he preparado lo mejor posible", "voy a ir tranquilo, y seguro que va a salir bien", "me he esforzado", "estoy haciéndolo bien", "leeré las preguntas y si me atasco en alguna paso a la siguiente, no pasa nada", "está hecho y he conseguido afrontarlo", "algunas me han salido bien y otras no tanto, pero he hecho lo que he podido, esperaré a la nota y si sale mal me esforzaré más para la próxima vez".

 

Puedes escribir los mensajes positivos para fortalecerlos más e incluso decírtelos en voz alta para creértelos".

 

Si no eres capaz de generar un hábito de trabajo y no consigues la motivación para ni tan siquiera comenzar con tu objetivo, te interesará leer el caso de Lucía, que encontrarás más adelante.

 

- Mantener la motivación.

 

Mantener la motivación es complicado, especialmente cuando la meta es muy elevada o difícil y requiere, además de constancia, hacer grandes esfuerzos y sostener una dedicación y un sacrificio de forma prolongada en el tiempo.

 

- Planificar el trabajo por horas, días y objetivos.

 

En ocasiones, el problema de no rendir adecuadamente en el estudio no son las ganas de estudiar ni la falta de tiempo, sino la dificultad para gestionar el tiempo adecuadamente.

 

¿Qué es lo que no debes hacer? Algunas personas, en su deseo de obtener el mejor resultado posible, dedican muchas horas al estudio, intentan tener la tranquilidad de haber hecho lo máximo posible para afrontar el examen. Sin embargo, cantidad no se traduce necesariamente en calidad. Es importante planificar el estudio para no estudiar de menos ni de más. El estudio no debe realizarse sin límite ni rumbo. Un error frecuente es darse un "atracón" de estudio o trasnochar para prolongar el día de estudio. Lo que sucede es que después de una maratón de diez horas de estudio es poco probable que al día siguiente tengas ganas de ponerte de nuevo; necesitarás un descanso muy largo y probablemente lo que estudiaste el día anterior no compense lo que no vas a poder hacer el día siguiente.

 

"¿Qué es lo que sí puedes hacer?:

 

- Ordena las tareas: comprueba qué tareas tienes que emprender, cuáles de ellas son más urgentes, cuáles te llevarán más tiempo, cuáles son más importantes en cuanto a su valor y cuáles son más difíciles. Conviene hacer una lista teniendo en cuenta estos criterios. Establece un orden de prioridades para ayudarte a organizar la lista: 1º, tareas para hacer en el día; 2º, tareas para hacer en la semana; 3º, tareas para hacer en el mes.

 

- Organiza el tiempo que te llevará cada actividad diaria y cada tarea. Recuerda que el día sólo tiene veinticuatro horas; no te pases o te estresarás. Además del tiempo que dedicas a las responsabilidades y a cada labor concreta (pasar apuntes, ejercicios, contestar e-mails), es importante que organices el tiempo de otras tareas diarias, como el destinado a comer, al cuidado personal, el sueño, el ocio, el deporte...

 

- Elabora un horario diario y semanal. En la medida de lo posible, se trata de que este horario pueda servirte de guía para todas las semanas y que recoja especialmente aquellas tareas que son fijas. Programa a lo largo del día y de la semana las horas que dedicarás a los objetivos y las metas de estudio que te has propuesto.

 

- También tiene que estar programada la hora de finalizar el estudio diariamente y planificada la actividad gratificante que se hará a continuación del estudio, para desconectar.

 

- 'Recuerda': los horarios están para saltárselos. Es decir, el horario tiene que servirte de ayuda en tu día a día y no es de obligado cumplimiento si has consolidado la rutina que quieres alcanzar. Si te surge un imprevisto o tienes que cambiar alguna tarea de día o de hora, no sólo puedes hacerlo, sino que el horario te ayudará a planificar hasta qué momento de la semana puedes aplazar tus objetivos y juzgar si es viable sin gran perjuicio".

 

Puedes ayudarte mediante las tablas que se describen a continuación:

 

En la tabla que sigue debes: (Ver gráfico 4).

 

- Anotar todas tus tareas de la semana incluyendo las que dedicas a cosas que no son propiamente trabajo, como comer o ir al gimnasio.

 

- Calificar el grado de dificultad de la tarea de trabajo de uno a diez para saber si necesitas dedicarle más horas a la semana.

 

- Asignar las horas que quieres dedicar a la semana ayudándote de la dificultad o importancia que atribuyes a cada tarea.

 

- Calificar la urgencia de la actividad de uno a tres.

 

- Asignar el día de la semana que lo harás ayudándote de la urgencia de la tarea.

 

(Gráfico 4):



En la siguiente tabla debes confeccionar tu horario semanal definitivo: (Ver gráfico 5).

 

(Gráfico 5):



- Desconectar y cuidarte.

 

El estudio o trabajo continuado durante largos períodos de tiempo, por ejemplo, durante la preparación de los exámenes universitarios o de una oposición, provoca una limitación de los elementos gratificantes con los que contamos en el día a día.

 

¿Qué es lo que no debes hacer? Es posible que hayas dejado de salir tanto con amigos, de ir a sitios que te gustan, de realizar actividades de ocio, de descansar, quizás hasta de dormir y alimentarte como lo hacías antes, y eso puede provocar que tu estado de ánimo sea un poco bajo. Posiblemente hayas decidido que lo más importante en este momento es el estudio y lo hayas colocado en tu prioridad, dejando todo lo demás en un segundo plano.

 

"¿Qué es lo que sí puedes hacer?:

 

- Mantener unos mínimos de alimentación, sueño, ocio, descanso, socialización que garanticen un equilibrio entre estudio o trabajo y ocio, para no deprimirte, porque de lo contrario, paradójicamente, tu rendimiento en las tareas disminuirá".

 

Cuanto más dinámica sea la actividad, mejor; es decir, si puedes salir a pasear, ir al gimnasio o quedar con amigos la desconexión será mayor. Estas actividades ayudan a desconectar la mente del tema de estudio, pensar en otras cosas, relajarte y recuperar un estado de tranquilidad que te permitirá volver a ponerte a estudiar al día siguiente con más ganas, sin acumular agotamiento y con más ánimo. Además:

 

- No olvides dormir ocho horas diarias; de nada sirve trasnochar para estudiar si no descansamos, porque al día siguiente nuestra mente no estará ágil para acceder a la información almacenada.

 

- De la misma manera, intenta mantener una dieta saludable; no te saltes comidas, tu cerebro necesita glucosa para trabajar.

 

- Además, es bueno beber sorbos de agua mientras se estudia para favorecer la concentración y la hidratación.

 

- Programa descansos.

 

Hemos dicho que para empezar con objetivos realistas debemos dedicar a nuestras tareas cincuenta minutos.

 

Será necesario que después hagamos un descanso de no más de diez minutos. El principio de Premark dice que si a una tarea X un tanto aburrida o difícil le sigue otra actividad Y que nos gusta mucho, entonces terminará por asociarse la primera tarea a la segunda actividad e indirectamente conseguiremos que la tarea aburrida nos guste más y la abordemos con más ganas. De esta manera, si enlazas de forma continua períodos de cincuenta minutos de trabajo seguidos de un descanso de diez minutos para merendar, hacer estiramientos o consultar las redes sociales, además de desconectar estarás haciendo una inversión a futuro y el día siguiente te costará mucho menos ponerte a estudiar. Es cierto y funciona. De hecho, así es como se generan los hábitos.

 

"¿Qué es lo que sí puedes hacer?:

 

- Cincuenta minutos es el tiempo máximo durante el cual podemos mantener una concentración óptima a partir de los doce años y durante la edad adulta. Claro que podemos estudiar durante más tiempo de forma seguida, pero no sin distraernos o desviar la vista, y entonces estaríamos forzando nuestras capacidades cognitivas; digamos que gastaríamos el doble de combustible para estudiar una hora más sin descanso y al final de las dos horas estaríamos exhaustos y listos para ver la televisión y poco más. Por tanto, un breve descanso de diez minutos te ayudará".

 

- Deja las tareas más fáciles pra el final de la jornada.

 

A pesar de que hemos hablado de la importancia de hacer descansos, es posible que esto no sea suficiente. Especialmente cuando estamos en períodos de éxamenes o de mucha exigencia de trabajo o cuando nuestra concentración flaquea por cualquier motivo. En estos casos se recomienda enlazar como máximo cuatro períodos de cincuenta minutos de trabajo con diez de descanso.

 

"¿Qué es lo que sí puedes hacer?:

 

- Es muy útil comenzar a trabajar con una tarea de dificultad media para que no nos cueste demasiado ponernos con la materia y conectar, puesto que tardamos unos minutos en concentrarnos. Las horas intermedias de la jornada de estudio debemos dedicarlas a las tareas más complejas, porque estaremos a pleno rendimiento y más concentrados. La última hora conviene emplearla en actividades sencillas, prácticas y que requieran poco esfuerzo en atención y memorización".

 

- Limita las distracciones.

 

Es frecuente no encontrar el momento de empezar a estudiar o de hacer los trabajos de clase cuando te sientas ante la mesa en tu cuarto. Sin duda, tienes ganas de tomar contacto con la materia y de sentirte satisfecho de haber cumplido con tu obliglacion. Sin embargo, existen múltiples distracciones que son mucho más llamativas, atractivas e interesantes que tus tareas y que captan tu atención, como mirar el móvil, jugar a la consola, ver un capítulo de una serie..., o quizás ocurre simplemente que estas actividades placenteras no requieren ningún esfuerzo y te atrapan de forma casi automática.

 

También es posible que tengas alguna preocupación recurrente relacionada con algo completamente distinto de las clases, como, por ejemplo, una persona que te gusta y ante la que no sabes cómo comportarte, o que hayas tenido una discusión familiar...

 

A algunos el simple hecho de ponerse a estudiar les genera una ansiedad excesiva. Si se ponen a leer, escribir o estudiar es para hacerlo realmente bien y por eso necesitan unas condiciones óptimas de lugar, tiempo, espacio, estado de ánimo... que nunca se dan. Es posible que lleves gran parte del curso aplazando el momento de ponerte a estudiar. Es fácil que esto ocurra si el examen de la materia es mucho más adelante y se ve como un objetivo a muy largo plazo.

 

"¿Qué es lo que sí puedes hacer?:

 

- Si lo que te sucede es que tienes otras preocupaciones que afloran cuando te sientas a estudiar, o te acuerdas de otras cosas que quieres hacer o que quieres decirle a un amigo, puedes anotarlo en un papel para no olvidarlo y poder volver a ello cuando termines, para no tener que interrumplir el estudio y distraerte".

 

Además:

 

- Aleja a los ladrones de tiempo. Pon en silencio el teléfono móvil y sitúalo fuera de tu vista para no caer en la tentación de mirarlo.

 

- Mantén la mesa de trabajo lo más limpia y ordenada posible.

 

- Lee en voz alta si necesitas ayuda extra para mantener la concentración.

 

- Planifica tu mes para el examen.

 

Si lo que te sucede es que dejas pasar los días y los meses sin ponerte a estudiar en condiciones y después no te da tiempo a abarcar toda la materia, necesitas organizar el tiempo y la materia.

 

"¿Qué es lo que sí puedes hacer?:

 

- Para afrontar un examen, prepara un calendario y crea una planificación visual en la que puedas ir haciendo un seguimiento de tus objetivos y tus logros de todo el mes. De esta manera, cuando menos te lo esperes habrá llegado el día del examen y el éxito estará asegurado".

 

- En primer lugar, tienes que saber cuántos temas tienes que estudiar, cuántos folios o ejercicios requiere cada tema, y hacer una estimación de cuánto tiempo te llevará cada uno.

 

- Una vez que conozcas el tiempo total que necesitas para preparar el examen, deberás distribuir el tiempo y los temas a lo largo de los días que tienes hasta el momento del examen. El objetivo será hacer una planificación, pero en este caso más amplia, probablemente que abarque un mes o dos. Tendrás que anotar los temas que vas a estudiar cada día de la semana, para así establecer pequeños objetivos a corto plazo.

 

- No olvides ser realista en tus objetivos; si te propones estudiar más materia por día de la que puedes, te sentirás frustrado a diario y terminarás por dejar la planificación. Nadie sigue en el gimnasio si después de salir agotado cada día tiene la sensación de que no está haciendo lo suficiente. Necesitas sentirte satisfecho con tu esfuerzo para poder mantenerlo día tras día. Por ello, ponte objetivos mínimos para poder cumplirlos, y si después de cumplirlos aún te quedan ganas de hacer un poco más, adelante.

 

Esta planificación te ayudará a mantener la motivación al ver que vas consiguiendo esos pequeños objetivos y te permitirá llegar al examen con el temario bien preparado, descansado y con los contenidos asimilados, en lugar de haberlos memorizado rápidamente sin comprenderlos.

 

- El caso de Lucía. Los logros son sueños que nunca diste por perdidos.

 

Lucía tenía veintisiete años cuando vino a la consulta. Estaba estudiando segundo curso de diseño de moda. Previamente, había intentado estudiar publicidad y marketing. Lo dejó en el primer curso porque, en sus palabras, se le hizo demasiado grande el cambio a la universidad. Despés del bachillerato, por primera vez, los profesores no estaban pendientes de su rendimiento en el aula y no tenía exámenes con frecuencia, por lo que iba poco a clase y no estudiaba hasta unos días antes de los exámenes finales. Lucía se encontró con que tenía que estudiar muchos contenidos para el tiempo de que disponía. Esto se tradujo en un suspenso de la mayoría de las asignaturas, y al final terminó por dejar la carrera al acabar el primer curso, pensando que era muy difícil para ella.

 

Después lo intentó con comunicación audiovisual. En este caso, empezó más motivada, iba a clase todos los días, estudiaba a diario al empezar el curso y superó primero con muy buenas notas; pero en segundo se sentía muy cansada del esfuerzo que había hecho, las asignaturas no le gustaban tanto y empezó a suspender. Esto le afectó mucho, y llegó a pensar que no sería capaz de acabar la carrera, que no tenía confianza en sí misma y que quizá no era suficientemente inteligente. Esta decepción la llevó a caer en picado y a dejar definitivamente la universidad.

 

Convencida de que había fracasado dos veces, decidió trabajar de camarera en un restaurante. Sin embargo, tiempo después decidió volver a estudiar. Cuando vino a consulta estaba en segundo de diseño de moda. Había superado el primer curso con buenas notas, había priorizado el estudio frente a otras ocupaciones diarias, pero ahora volvía a sentir que su motivación decrecía. Temía que le pasara como en las ocasiones anteriores, lo que para ella significaría que no valía para estudiar.

 

Enseguida nos pusimos en marcha. Teniendo en cuenta que estaba empezando el primer cuatrimestre cuando vino, teníamos tiempo suficiente para revertir la situación. Lo primero que hicimos al conocer a Lucía fue evaluar qué motivación tenía por la carrera que había empezado. Ella contó que le ilusionaba mucho hacer diseño de moda porque siempre había vivido de cerca la costura, ya que su abuela había sido modista y su madre también cosía muy bien. Además, las clases del primer curso le habían gustado bastante, a pesar de que, como en cualquier carrera, había algunas asignaturas más aburridas. Reflexionar sobre lo que la había llevado a elegir estos estudios ayudó a Lucía a conectar con su esencia. También la hicimos proyectarse en el futuro y visualizar cómo se veía. Lucía tenía claro que le encantaría trabajar en un taller de moda.

 

Una vez que hubo recuperado la ilusión, quisimos conocer qué era lo que no había funcionado bien para que ahora se vieran mermadas sus ganas de trabajar. Vimos que se había acostumbrado a darse panzadas de estudio excesivas. Tal era su deseo de sacar los estudios que no había salido con amigos y hasta había dejado las pocas horas que al final trabajaba en el restaurante para centrase en la universidad. En definitiva, se había agotado. Había que empezar el segundo curso con un objetivo de estudio reducido e ir aumentando paulatinamente el tiempo que le dedicaba, con el objetivo de conseguir una rutina que se mantuviera en el tiempo y que no decayeran sus ganas de estudiar.

 

Le propusimos empezar por cincuenta minutos al día. Concretamos la hora a la que lo haría, y acordamos que debería anotar en un registro su cumplimiento. No sólo para que en la consulta pudiéramos comprobar que lo había hecho, sino también para que ella tuviera 'feedback', idea clara de su ejecución y se sintiera satisfecha en los momentos en los que dudaba de sí misma. Para ello le resultó útil instalar en su móvil un calendario digital y programar una alarma para la hora a la que debía empezar. Al principio a ella le pareció muy poco tiempo, pero insistimos en que fuera así porque cuando fijaba objetivos más altos, como estudiar todo el domingo, finalmente se ponía a ello muy tarde, perdía el tiempo todo el día y luego se sentía mal. Después de los cincuenta minutos debía premiarse por el trabajo bien hecho con una actividad gratificante. Eligió ver un capítulo de su serie favorita. Posteriormente podríamos ir aumentando el tiempo de estudio, pero no antes de haber consolidado este primer objetivo durante al menos una semana.

 

Éste fue sólo el comienzo de la intervención con Lucía. En su día a día la joven tenía un discurso muy negativo y se venía abajo con mucha facilidad cuando no le salía como esperaba un trabajo de clase o cuando veía que el examen iba a ser muy difícil. Es cierto que sus experiencias previas en los estudios universitarios no la ayudaban a confiar en sí misma, pero hasta bachillerato había conseguido sacar los estudios con esfuerzo pero con relativa facilidad y tenía capacidad para afrontar el reto que se planteaba: sacarse los estudios de diseño de moda.

 

Además, la ayudamos a identificar qué era lo que se decía a sí misma antes, durante y después del examen; en cuanto le pusimos algunos ejemplos, enseguida identificó las cosas que solía decirse ella. Además, le pedimos un registro para que anotara en su jornada qué pensamientos le surgían con relación al estudio. El objetivo era identificar sus mensajes negativos. Una vez identificados, la ayudamos a generar unos mensajes positivos para que los llevara a su mente en los momentos de flaqueza. Era importante que los nuevos mensajes que propusiera fueran realistas, porque de nada serviría que se dijera algo tan optimista que no se lo creyera. Si Lucía se hablaba a sí misma de forma más amable, se sentiría mejor y tendría más ganas de continuar con sus metas.

 

En cuanto Lucía empezó a sumar días de éxito, sintió la satisfacción de comprobar que conseguía ser constante sin sentirse agotada por estudiar. Estaba preparada para aumentar los objetivos de estudio y debíamos ayudarla a mantener la motivación que había logrado.

 

A tal fin, decidimos empezar por establecer una planificación de estudio, fijamos un horario semanal e hicimos hincapié en que cumpliera con la hora de finalizar el estudio. Le propusimos no dedicarle más de cuatro horas y decidió trabajar de cuatro a ocho de la tarde. Con la ayuda de las tablas establecimos qué trabajo de qué asignatura haría cada tarde, en función de las entregas programadas.

 

Además, de nuevo le propusimos acabar la jornada de estudio cada día con una actividad de ocio. Hicimos una lista con sus actividades favoritas de ocio personal y social, para que le fuera más fácil saber qué elegir. Así, cuando llegara el momento de descanso, si no había planificado nada, decidir sería tan sencillo como revisar su lista de actividades y escoger en ese instante qué le apetecía hacer. Esto fue, sin embargo, lo que más costó, ya que se había acostumbrado a hacer tareas hasta que le entraba el sueño y sentía que estaba perdiendo muchas horas si no estudiaba antes de acostarse. Para convencerla, le explicamos que si no desconectaba le sería muy difícil volver a conectar al día siguiente, y que de esa manera era como había llegado al agotamiento mental que sentía.

 

Lucía reconoció que se distraía leyendo cómics cuando se sentaba en su cuarto para trabajar. Le dijimos que era hora de que dejase de ponerse excusas y que su mensaje interior debía ser claro y motivador: "voy a trabajar ya". No debía dejar la responsabildiad de abordar trabajos para el final del día, debía ser lo primero que hiciera en la tarde. Por ejemplo, no le convenía decirse "voy a mirar los periódicos en internet y luego me pongo". Le explicamos que esta pauta no era por el tiempo que le llevaba mirar la prensa, sino que se trataba de una actividad más estimulante que sus tareas y después de leer la prensa le costaría más ponerse a estudiar o a trabajar.

 

Esto se debe a que si las tareas de la universidad ya de por sí le resultaban aburridas, se añadiría el esfuerzo que requiere abandonar la actividad que le gustaba: es como el niño al que le quitan el chupachups antes de haberlo terminado. Su fuerza de voluntad no estaba para ponerla a prueba con este tipo de cosas porque en muchos casos caería en la tentación de prolongar el tiempo que pasaba leyendo los periódicos y, además, era probable que después pasara a ver vídeos de Youtube... Por tanto, lo primero que tenía que abordar por la tarde era lo que atañe a las responsabilidades. Las distracciones las podría dejar para el descanso.

 

Como era de esperar, pasó un tiempo hasta que Lucía fue capaz de interiorizar e implementar todas las pautas para llevar a cabo una buena gestión de su estudio. Fue especialmente importante el seguimiento semana a semana en la consulta, donde podíamos comprobar qué había ido bien, y si había tenido algún traspié, ver a qué se había debido para ponerle rápida solución. Por supuesto, no esperábamos que todos los días consiguiera un buen rendimiento, sino ir sumando cada vez más días seguidos de éxito en el cumplimiento de la planificación. Así, fuimos felicitándola por cada pequeño avance. Fueron muy importantes la motivación y el acompañamiento, saber que confiábamos en ella y en que sería capaz de llevar un orden y una continuidad en su día a día la animó mucho.

 

Al cabo de varias semanas siguiendo esta planificación, Lucía pudo comprobar que iba consiguiendo sus objetivos diarios. Eran duros, pero supo que los podría sostener en el tiempo sin que su estado de ánimo se viera afectado. Finalmente, comprobó que era capaz de gestionar el estudio, la asistencia a clase y hacer más cosas a lo largo del día. Así recuperó la motivación por el estudio y de nuevo la confianza en sí misma al ver que no caía en lo mismo que otras veces, abandonar por haberse agotado tras un gran esfuerzo inicial. Lucía se sentía feliz y orgullosa de sí misma por primera vez en mucho tiempo.

 

- A modo de resumen...

 

Para conseguir la motivación:

 

- Empieza por objetivos realistas.

 

- Date mensajes positivos.

 

Para mantener la motivación:

 

- Planifica el trabajo por horas, días y objetivos.

 

- Desconecta y cuídate.

 

- Programa descansos.

 

- Deja las tareas más fáciles para el final de la joranda.

 

- Limita las distracciones.

 

- Planifica tu mes antes del examen.

 

(Ángel Peralbo, coordinador)