¿Qué voy a hacer con mi futuro? Emigrar a otro país ('¿Qué hago con mi vida?', Ángel Peralbo, coordinador, 7/30)


¿Qué hago con mi vida? De la revolución de los 20 años al dilema de los 30

 

- Capítulo 1: ¿Qué voy a hacer con mi futuro?

 

Por Óscar Pérez Cabrero:

 

- 1.5.- Emigrar a otro país.

 

En la última década, la juventud española ha experimentado una emigración difícil de cuantificar. En 2013 la socióloga del CSIC Amparo González Ferrer advertía en su interesante estudio "La nueva emigración española. Lo que sabemos y lo que no" (A. González Ferrer, "La nueva emigración española. Lo que sabemos y lo que no", Fundación Alternativas, 2013) del sesgo que, por cuestiones administrativas, sufrían (y sufren) las estadísticas del INE a la hora de hacer estimaciones precisas. La tendencia desde el país de origen era la de detectar solamente entre un 14 y un 25% de los expatriados, cosa que se calculaba al ver el contraste con los datos censales de algunos de los principales países de destino (Alemania y Reino Unido). En 2020, y tras una década de aumento constante, el INE (INE, Estadística del Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE) a 1 de enero de 2020. Recuperada de 'https://www.ine.es/prensa/pere_2020.pdf') aportaba un dato de más de 2,6 millones de españoles residentes en el extranjero. Te animo a que hagas las cuentas despejando la incógnita del sesgo del que hablábamos. Parece que no ha sido, ni mucho menos, un fenómeno aislado. Es importante recalcarlo porque en consulta hemos visto cómo esta percepción de minoría genera cierta frustración y complejo en las personas que han dado un paso tan difícil como éste.

 

Se entiende esa frustración atendiendo a los motivos de esta movilidad, y que los datos no invitan al optimismo. Según un estudio publicado en 2018 (J. M. Romero Valiente, "¿Por qué motivos emigran los españoles? Tipología y evolución reciente", 'Papeles de Población', 2018, vol. 24, nº 95, pp. 207-235), tras entrevistar a más de 4.000 emigrantes españoles, el geógrafo de la Universidad de Huelva Juan Manuel Romero Valiente resumía sus conclusiones así: "Los motivos laborales y económicos han sido los principales impulsores del crecimiento de la emigración en los últimos años. Durante el segundo lustro de la primera década del siglo actual han sido los relacionados con la mejoría económica y el desarrollo profesional los principales protagonistas de este proceso. Desde principios de la década actual, el desempleo y la falta de oportunidades en España se han convertido en los motores y catalizadores del mismo".

 

No obstante, la necesidad de emigrar a otro país no es ni ha sido un fenómeno exclusivamente español. Sin entrar en más detalles, diremos que según un informe de la ONU de 2019, y como titula su propio canal de difusión (A. Nero, "La cifra de migrantes internacionales crece más rápido que la población mundial", 'Noticia ONU', 17 de septiembre de 2019. Recuperado de 'https://news.un.org/es/2019/09/1462-242), "la cifra de migrantes internacionales crece más rápido que la pobación mundial".

 

Las circunstancias que pueden llevar a alguien a tomar una decisión de esta magnitud, así como el proceso de adaptación, bien darían para un libro entero. Sin embargo, lo que a continuación vamos a ver es un caso que nos acerca a una realidad no tan conocida de las personas que emigran y vuelven a su país de origen, algo que hemos percibido desde la clínica psicológica.

 

- El caso de Sandra. Sentirse un extraño al volver a casa.

 

Sandra era una madrileña de treinta y cuatro años que había pasado las últimas siete viviendo en Oslo. Era ingeniera industrial y había hecho un máster de especialización, con una estancia incluida en Noruega gracias a una beca Leonardo da Vinci. Tras una intensa formación, volvió a España, pero después de cambiar de trabajo varias veces intentando mejorar sus condiciones, decidió que probaría suerte fuera y allá que fue, a un país que ya conocía y donde sí se habían satisfecho sus expectativas laborales. "Viajé con un billete de ida, pero también con la esperanza de volver pasado un tiempo", decía.

 

El motivo por el que acudió a nosotros fue que, después de todo el sacrificio, y de obtener precisamente lo que buscaba, volver a España para trabajar conforme a sus demandas, Sandra no se encontraba a gusto con su nueva vida. "Todo sigue igual, pero yo no lo siento así, el problema debo ser yo". Lo que a Sandra le pasaba era que, según sus propias palabras, "se encontraba desconectada de todo". Se sentía una extraña en su propia casa, "su Madrid". Esa desconexión al principio la percibía con su familia y sus amistades, pero poco a poco se fue extendiendo hasta añorar algunas cosas de la cultura noruega.

 

"Me he perdido tantas cosas... Ahora me siento desubicada en muchas conversaciones". Sandra había dedicado la mayor parte del tiempo en Oslo al trabajo, y en cuanto podía procuraba viajar a España. Sin embargo, poco a poco se fue acostumbrando a la distancia y sus visitas se fueron haciendo más intermitentes, pues quiso aprovechar también para explorar Escandinavia y conocer otros países más cercanos.

 

El caso de Sandra tuvo un desenlace más rápido de lo esperado. Llegó sumida en la culpa por plantearse la vuelta a Oslo, después de lo mucho que la había echado de menos su familia. Sin embargo, en consulta se convenció de algo que no tenía tan presente: lo que le pasaba era normal. Se estaba adaptando a un cambio radical, y precisaba aún de un período de aprendizaje. Comparar su adaptación a Oslo en el pasado con su "readaptación" a Madrid no era del todo justo, pues las expectativas en un caso y otro eran bien distintas. Su paso por Noruega siempre fue pretendidamente temporal, lo que le facilitó mucho digerir los cambios. Sin embargo, el retorno a Madrid se planteaba en clave de final, lo cual resulta más intimidatorio.

 

"He escuchado y leído tantas historias de gente que terminaba volviendo al extranjero que al final pensaba que no tendría otra opción para ser feliz", decía Sandra. En absoluto. Lo que necesitaba, además de tiempo, era invertirlo bien. Invertirlo, para empezar, en algo que no solía hacer: comunicar sus sentimientos (ahondaremos en este tema en el capítulo 4, "Emociones: las lágrimas son tan importantes como las risas". ¿Cómo iba a reconectar con la gente si ella era la primera que se ponía barreras? Dedicarlo, por supuesto, a eso que había descuidado en su ausencia: estar más pendiente de los demás, de sus vidas, sus inquietudes, y no perder la ocasión de hacer planes con ellos. Y centrarse, por supuesto, en todas las ventajas que le ofrecía su nuevo ambiente, que eran muchas, y, si acaso, enfocar con sentido del humor los contrastes con Noruega.

 

Al cabo de unos meses, la propia Sandra lo resumía muy bien en una sesión de seguimiento. "Fue raro al principio, y muy duro, pero al final mereció la pena. Tras un tiempo de adaptación y de recuperar ciertas cosas que había abandonado, puedo decir que estoy encantada con el regreso".

 

- A modo de resumen...

 

- Emigrar es una decisión muy difícil que mucha gente se ha visto en la situación de tomar por circunstancias laborales y económicas. Nunca debe ser un motivo de complejo.

 

- Después de una larga temporada fuera, es normal sentirse extraño al volver al lugar de origen, como "desconectado" con el ambiente y las personas.

 

- Tan común es es esa sensación como la posibilidad de superarla: es una cuestión de adaptación, de aprendizaje.

 

- Adaptarse no es tan sencillo como dejar pasar el tiempo. Si se te hace cuesta arriba, no dudes en pedir ayuda. Puede que el apoyo de los demás, o algún aspecto que se te escape, sean determinantes.

 

(Ángel Peralbo, coordinador)