Úrsula, paciente de trastorno crónico de anorexia restrictiva: "No se trata de recuperar peso, sino de recuperar tu vida"

Cuando comer se convierte en una pesadilla

 

Trastornos de Conducta Alimentaria (TCA)

 

El Virgen de las Nieves lleva atendidos, desde julio del año pasado, cuarenta y siete pacientes a través de su unidad de trastornos de conducta alimentaria, que acaba de completarse con el primer área de hospitalización para casos agudos que hay en Andalucía

 

Úrsula padece un trastorno crónico de anorexia restrictiva y reconoce que para ella comer es como hacer "puenting"

 

"Por mucho que quisiera, la comida nunca me ganaba. Hoy miro para atrás y no me reconozco"

 

José Guerrero (Jefe de Salud Mental).- "Estos trastornos se han convertido en una epidemia con el virus"

 

Carlos Martínez (Psiquiatra y coordinador de la Unidad de TCA).- "Los pacientes tienen como base su relación atípica con la comida"



 

El nombre de Laura está escrito en un vaso de plástico abandonado en el comedor. Allí está, solo, junto a otros tres en los que también aparecen el nombre de sus compañeras. Son cuatro y acaban de atravesar su particular vía crucis. Han terminado de comer, lo que para ellas es como subir un puerto de montaña con una mochila llena de piedras a la espalda. Sus nombres son ficticios, pero no así el padecimiento que les tiene ingresadas en la primera área de hospitalización específica para pacientes con trastornos de conducta alimentaria constituida en Andalucía.

 

Fue hace un mes y medio cuando el Hospital Virgen de las Nieves pudo completar los recursos con los que trata de combatir un tipo de trastorno de salud mental del que se ha producido una explosión de casos a raíz de la pandemia. Estos han crecido un 15% o un 20%, según las estimaciones que maneja el sector en Granada. El crecimiento ha tenido lugar sobre todo tras el confinamiento estricto. La presión ambiental y las especiales condiciones a las que se vio sometida la sociedad lanzaron al abismo a muchos jóvenes, que trataron de compensar su sufrimiento cuidando su apariencia de forma obsesiva.

 

"Los TCA, los trastornos de conducta alimentaria, se han convertido en una epidemia. Su prevalencia se mueve hoy en entre un 4% o un 5% de la población. Es muy preocupante", explica el jefe del servicio de Salud Mental del complejo hospitalario con sede en La Caleta, José Guerrero. Habla del peligro de unas enfermedades que en muchas ocasiones se silencian por miedo al estigma. Son conocidas por todos: bulimia nerviosa, anorexia o los atracones. Trastornos que tienen como base la "relación atípica con la comida" de quienes los padecen.

 

"Pueden ir desde la restricción de comer, como puede ser la anorexia, a los atracones y las purgas, que apuntan más a la bulimia", resume el coordinador de la unida de TCA de Granada, Carlos Martínez. El psiquiatra está al frente de un equipo conformado por un amplio abanico de profesionales de distintas ramas: desde psicólogos, a endocrinos pasando por enfermeros, terapeutas o trabajadores sociales. El recurso se puso en marcha durante la pandemia. En uno de esos respiros que ha dado el virus en este último año y medio. La necesidad de generar un espacio específico para tratar estas enfermedades hizo posible que se abriera primero un área ambulatoria en el antiguo edifico Licinio de la Fuente. O si lo prefieren, el acual centro de consultas externas del Virgen de las Nieves. Desde entonces, por estas instalaciones han pasado 35 pacientes, en su mayoría chicas adolescentes. A las que habría que sumar el resto que ya han sido atendidas en otros recursos de esta unidad específica. En total, 47, de acuerdo con los datos oficiales.

 

El abordaje es multidisciplinar, explican en la unidad. Con los usuarios se trabaja de 9 a 15 horas en multitud de facetas, siendo el comedor terapéutico la principal herramienta que dispone el equipo de sanitarios para tratar de educar alimentariamente a estas personas. Es necesario hacerlo, porque para ellas es el momento más tenso de sus vidas.

 

- "Estoy en paz".

 

"Para mí, comer es como hacer puenting", trata de explicar Úrsula, paciente crónica de una anorexia restrictiva. Ella fue una de las personas que pasó por este recurso sanitario al poco de inaugurarse. Y por suerte, va mejorando. "Estoy en paz", dice en uno de los pasillos de la citada unidad, donde el día en el que se ha pasado a saludar están sirviendo un abundante menú compuesto por tres platos: lentajas, bacalao al horno con patata asada y kiwi. "Las lentejas están riquísimas", informa esta mujer, también madre, que hoy se encuentra entre la treintena de pacientes que acuden a las consultas clínicas, otra de las patas que tiene este recurso.

 

"A ellas acuden las personas que, o bien están mejor, o en caso contrario, su tratamiento está en un estadío inicial y rechazan, entre otras cosas, el comedor", resume Carlos Martínez, que explica que el abordaje es integral y que se particulariza en cada paciente. En el ambulatorio de día trabajan con ellos en grupo con la ayuda de terapias, talleres o clases, como por ejemplo de yoga, pero también hay sesiones de lectura de periódicos o más específicas como de psicoterapia corporal, entre otras. "Formar parte de un grupo tiene efectos terapéuticos. Más para personas que suelen encontrarse aisladas, explica la psicóloga Encarnación Rodríguez, que apunta a que ya no es tanto por lo que supone relacionarse con otras personas que comparten el mismo dolor, sino también por el valor que tiene poder sentir apoyo ante situaciones tan incómodas para ellas como el simple acto de comer. De ahí que este momento esté protocolizado. El menú se sirve a la vez para todo el mundo, hay música para destensar y se le tienen que dedicar al menos quince minutos a cada plato. Se come frente a profesionales sanitarios, se prohíbe tratar algunos temas sobre el peso o la figura y luego se trata de hacer sobremesa con juegos para que aflore el compañerismo y la tranquilidad.

 

Esta parte del tratamiento se completa con otra más personalizada: las sesiones individuales, donde se busca llegar a la raíz del problema, que en la mayoría de los casos comienza a edades tempranas con la amenaza de que el tiempo lo cronifique. Esto es precisamente lo que busca evitar la unidad de TCA del Virgen de las Nieves, en la que también se trabaja contra otros riesgos más peligrosos ante un tipo de trastorno que también mata. Precisamente para los casos agudos, el Virgen de las Nieves ha creado una zona hospitalaria, que es la primera de toda la región. Se ha habilitado en el hostpial Materno Infantil.

 

- La fuente.

 

Consta de seis habitaciones, un comedor con vistas a una fuente relajante y una sala de biblioteca en la que también se puede ver cine  a través de un proyector y una pantalla gigante. En principio tiene vocación regional, pues no hay otro recurso así en Andalucía, aunque en Málaga ya se está trabajando en una segunda área hospitalaria que pueda también incorporarse a la cartera del SAS.

 

En el área granadina hay ingresadas ahora cuatro chicas. A ellas se les trata y se les hace un seguimiento las 24 horas del día. Su estado de salud es precario y en algunos casos su grado de desnutrición es severo. "Nosotros aquí diagnosticamos el trastorno orgánico que les ha provocado su enfermedad. No sólo es medir el índice de masa corporal sino también la alteración que haya en sus analíticas. Y a partir de ahí ponemos en marcha un tratamiento adecuado a su cuadro clínico", explica el endocrino Martín López de la Torre.

 

Señala que el abordaje gira sobre varios ejes. Y uno de ellos es el tratamiento de base nutricional, porque para estos pacientes es necesario recibir un soporte alimentario, que en los casos más graves, cuando la restricción es total, éste sólo se puede hacer a través de una sonda nasogástrica. Laura lleva una. Deja atrás el comedor y se dirige con su bata hospitalaria a la habitación. Lo hace con tranquilidad y acompañada por Irene, enfermera de Salud Mental. Cuando llega se sienta sobre la cama de espaldas a la cámara y la profesional le agarra la mano con dulzura. IDEAL quiere visibilizar su enfermedad y ella se presta para que todo el mundo sepa que su problema existe y que se puede curar.

 

Miedo, ansiedad, culpa, rechazo, soledad, incomprensión... A Úrsula le cuesta enumerar todos los sentimientos que le han acompañado a lo largo de su vida por culpa de la enfermedad que padece. Tiene más de cuarenta años y una hija de once. Explica a IDEAL que sufre un trastorno de anorexia restrictiva que ha ido mutando con el paso de los años. Tan pronto ha estado días sin comer, como también lo ha hecho compulsivamente para después purgarse.

 

Le cuesta definir bien el por qué de este comportamiento. Cree que es como un interruptor que alguien -quizá ella misma- accionó y aún sigue el tormento. "Se desconecta algo dentro de ti, y ni es suficiente lo poco que comes ni el ejercicio que haces. La comida nunca me ganaba", indica ella, que a pesar de los avatares de su vida, sigue en pie y mirando de frente a su problema. El proceso de la enfermedad tiene claro cómo es. Empieza de una forma "sutil", dice. Primero viene la autoimposición de las reglas y luego todo lo demás.

 

Sobre todo la férrea dictadura de una sociedad basada en la superficialidad. Y más hoy con unas redes sociales que son la trampa perfecta par los jóvenes. "La cultura de la sociedad, de la dieta y cuando te quieres dar cuenta estás hasta arriba", señala Úrsula, que tras media vida de pelea contra su enfermedad, lamenta que los tratamientos no hayan podido curarle todavía. "El tratamiento a mí no me ha servido. Es que no se trata de recuperar peso, sino de recuperar tu vida", asume esta mujer, que la enfermedad le ha querido borrar hasta su identidad.

 

Por eso cuando echa la vista atrás todo son dudas. Ni siquiera hoy entiende lo que ve cuando se mira a ese espejo que tan poca ayuda le ha brindado en su vida: "No sé quién soy. Es como si mi cabeza hubiera dicho 'uf'. Y luego miro atrás y no me reconozco". Pese a todo, hoy está mejor. Por eso quiere que se lea o se escuche su voz. Cuenta que en parte es gracias a haberse desafiado una y otra vez. No sin dificultades.

 

Comer es como hacer "puenting" para ella, y salta al vacío todos los días. Se ha convertido en una especialista en saber gestionar la tensión que le produce alimentarse. Y lo hace por todo lo alto. "Ayer fui al Burger King. Se vence así, enfrentándose. Lo intentas un día y otro y otro, con constancia y con pasión. Gracias a esto hoy estoy en paz", concluye.

 

(Sergio González Hueso, Ideal, 21/11/21)