¿Qué voy a hacer con mi futuro? La toma de decisiones con respecto al futuro ('¿Qué hago con mi vida?', Ángel Peralbo, coordinador, 6/30)


¿Qué hago con mi vida? De la revolución de los 20 años al dilema de los 30

 

- Capítulo 1: ¿Qué voy a hacer con mi futuro?

 

Por Óscar Pérez Cabrero:

 

- 1.4.- La toma de decisiones con respecto al futuro.

 

"El mejor momento para plantar un árbol fue hace veinte años. El segundo mejor momento es ahora" (Proverbio chino).

 

El tiempo es un criterio habitual con el que medir la facilidad de cada cual para tomar decisiones. Lo que tarda uno en elegir el menú en un restaurante, o la ropa que se va a poner por la mañana, nos proporciona información sobre hasta qué punto tiene calibrada esta cualidad. Seguro que conoces a alguien que puede eternizarse ante la carta de un restaurante, y a otra persona que se viste con lo primero que pilla en el armario. Nos pasamos el día tomando decisiones sin darnos cuenta del tiempo que les dedicamos, al menos hasta que lo comparamos con el que invierten otros. De todo lo relativo a cuestiones como éstas, decisiones de la vida cotidiana, hablaremos en el próximo capítulo, "Organizar y gestionar las responsabilidades de estudio o de trabajo". En lo que aquí nos detendremos es en esas decisiones que tienen trascendencia en nuestro futuro.

 

Hemos visto ya la historia de varias personas en las que su futuro se materializaba a partir de decisiones. En lo que no nos hemos detenido tanto es en la dificultad que supone a veces enfrentarse a ellas. En 1999 se estrenó una película muy apropiada para hablar de esto. Me refiero a 'El dilema', de Michael Mann, protagonizada por Russell Crowe y Al Pacino ('The Insider' en la versión original; 'El informante' en Hispanoamérica). Muy apropiada porque apunta directamente al asunto que nos ocupa, puesto que describe la decisión a la que se enfrenta uno de sus protagonistas, Jeffrey Wigand, que va a condicionar su vida y la de su familia. Aquí el dilema que se presenta es moral, pues tenía la posibilidad de seguir con su vida resuelta o de denunciar un peligro sanitario que había descubierto en la industria para la que trabajaba, la del tabaco. Wigand tenía que elegir entre ser cómplice de un riesgo para los fumadores o enfrentarse públicamente a una poderosa compañía que iba a tomar represalias contra él y su familia: ninguno de sus escenarios le iba a permitir conciliar el sueño por las noches. La vida nos expone a menudo a situaciones así, en las que ninguna de las opciones está exenta de sacrificios, o ninguna es claramente la correcta.

 

- Evitar decisiones difíciles.

 

Cuando afectan a nuestro futuro, los dilemas suscitan el mayor de los respetos. No se suelen afrontar a la ligera y en algunos casos incluso se evitan o se posponen. Pero cuidado con esto último, porque puede terminar uno como el asno de Buridán...

 

"El asno de Buridán" es un argumento de reducción al absurdo que critica la posibilidad de tomar toda decisión según criterios racionales. Plantea que ante dos montones de heno idénticos colocados a la misma distancia, un asno terminaría muriendo de hambre ante la imposibilidad de decantarse por uno u otro".

 

Como habrás podido intuir, este ejemplo es tramposo porque nos plantea lo que podríamos llamar una falsa dicotomía. Es decir, una situación en la que aparentemente todo se reduce a dos alternativas cuando, en realidad, hay tres: comer del primer montón, del segundo, o morir de inanición. Si bien las dos primeras pueden ser igualmente válidas, desde luego que la tercera es la peor de las opciones. En lo que respecta a las decisiones sobre el futuro, el peligro reside precisamente en eso: evitar tomarlas a menudo acarrea consecuencias desastrosas. Por ejemplo, que alguna de las opciones se esfume antes de que seas tú quien la haya descartado en conciencia. Dudas entre matricularte en una carrera u otra, se pasa el plazo y pierdes un año. No te decides entre dos pisos que te han gustado y otros inquilinos se te adelantan. Te surge una oportunidad laboral, y al final se te escapa porque no has sabido aceptarla (o rechazarla) a tiempo. Sí, definitivamente lo de evitar tomar decisiones, por mucho que nos alivie a corto plazo, resulta una mala estrategia si ponemos la vista en el futuro.

 

- Cómo tomar decisiones.

 

Si bien cada caso merece ser abordado de manera individual, a continuación se propone un método general que te ayudará a despejar dudas y tomar decisiones incluso en los momentos más críticos:

 

- Escribe las opciones entre las que puedes decidir.

 

- Anota a continuación las ventajas y los inconvenientes de cada una de las opciones. Todo lo que consideres tras meditarlo bien, o incluso consultar a otras personas.

 

- Apunta el valor que asignas a cada uno de esos pros y contras. Por ejemplo, en una escala del 1 al 5 o del 1 al 10.

 

- Una vez que hayas plasmado todo esto, llega el momento de extraer conclusiones calculando el peso de cada opción. ¿Cuál es el valor absoluto de los pros? ¿Y de los contras? ¿Y cuáles son las diferencias relativas en cada caso?

 

- Ten en cuenta que por mucha ponderación que se haya hecho con números, es subjetiva, y es tuya. Confía también en ti a la hora de establecer el criterio de conclusión: podrías darle más importancia al valor de cada pro que a la cantidad de ellos; descartar en función de los contras más que fijarte en las ventajas...

 

- Una vez establecido ese criterio, márcate también un plazo de tiempo. Esto dependerá mucho de la urgencia de la situación, pero procura no demorarte más allá de lo necesario, y verás cómo lo agradeces llegado el momento. Si puedes, y dado que tampoco las prisas fueron nunca buenas consejeras, recuerda que "consultarlo con la almohada" es conveniente, pues te permitirá contrastar tus sensaciones al respecto en momentos distintos, o pensar con claridad tras un buen descanso.

 

- ¿No consigues dar con un criterio claro? Un truco muy recurrente para estos casos es algo tan sencillo como tirar una moneda al aire y examinar la sensación posterior. Es decir, si lanzas la moneda y estás conforme con la opción que ha salido, ésa será la óptima a escoger. Si por el contrario lo que sientes es disgusto, eso significa que la "balanza emocional" se decanta por la otra alternativa.

 

- Cuando se vaya a cumplir un plazo, ejecuta tu decisión. No tengas miedo a equivocarte, pues no lo vas a hacer. Quizá en un futuro pienses que no acertaste, pero no habrá sido así, pues la realidad te dirá que, de todos modos, habrás aprendido algo importante.

 

En la consulta psicológica esto es algo que trabajamos a menudo, pero dejando bien claro desde el principio lo siguiente: es la persona la que decide libremente qué camino escoge. El psicólogo en todo caso puede ofrecer guías como ésta y advertir de las posibles consecuencias de cada opción para que sean tenidas en consideración, pero nunca imponer su criterio por muy claro que lo pueda tener.

 

- El caso de Natalia. Cuando los deseos entran en conflicto con los valores.

 

A sus veintisiete años, Natalia estaba empezando a agobiarse a cuenta de su futuro por primera vez en su vida. Se sentía absolutamente perdida, y comenzó a arrepentirse de demasiadas cosas. "Soy muy impulsiva, a mí, por ejemplo, me ofrecen mañana irme de viaje a Salamanca el fin de semana y automáticamente digo que voy, sin pararme a pensar en si debería o en si puedo pagármelo". Efectivametne, Natalia tendía a tomar decisiones motivada por las gratificaciones inmediatas, sin reparar demasiado en las consecuencias a largo plazo.

 

Con diecisiete años decidió que iba a dejar los estudios porque quería irse ya de casa, así que se puso a trabajar de camarera. Lo dejó a las pocas semanas porque no aguantaba el ritmo de trabajo ni al dueño del bar. Después estuvo encadenando trabajos como azafata a través de una ETT (empresa de trabajo temporal), y desde ahí dio el salto a una tienda de ropa de una importante cadena. Fue así como consiguió cumplir con su deseo de emanciparse, pues a los pocos meses de estar allí le hicieron un contrato indefinido y con lo que ganaba pudo irse de casa de sus padres y alquilar una habitación. Tras cinco años así, empezaron los problemas, pues se mudó con unas amigas a un piso más caro, algo que le ilusionaba mucho, pero entonces se vio obligada a renunciar a algunos gastos.

 

"Siempre me había quejado de que ganaba poco, pero en esa época es que, además, me lo monté muy mal. Con mis amigas estaba genial en el piso, salíamos mucho de fiesta, pero no ahorraba nada y cuando llegaban las vacaciones no podía irme de viaje. Tampoco podía permitirme comprar un coche de segunda mano, después de lo que me había gastado en sacarme el carnet". Natalia se lanzó así a la busca y captura de un trabajo nuevo donde pudiese ganar más dinero, y su tenacidad tuvo premio. Gracias a su experiencia en el sector textil y su don de gentes, se le abrieron las puertas de una peletería, donde empezó a ganar más dinero haciendo un trabajo similar. Sus deseos, por fin, volvían a materializarse: renovó su armario, se compró un coche y se subió a cada avión que pudo.

 

No obstante, la euforia inicial dio paso a un conflicto moral que tuvo más adelante. Natalia había aceptado el trabajo seducida por el dinero, pero para una vegetariana como ella era difícil no tener reparos en vender ropa hecha con pieles. Además, emepzó a salir con una chica que era activista por los derechos de los animales, María José, y con lo que fue aprendiendo de ella terminó de estallar su objeción de conciencia. En el momento de venir a consulta, Natalia llevaba un par de meses pasándolo francamente mal. Se veía incapaz de seguir haciendo su trabajo, pero tampoco encontraba ofertas alternativas que le permitiesen mantener su nivel de vida.

 

Natalia atravesaba una crisis personal y para salir de ella iba a necesitar un cambio, pero uno más radical que los que había protagonizado hasta entonces. Estaba endeudada, por lo que dejar el trabajo no era una opción tan sencilla, a menos que, entre otras cosas, empeñase su coche, pero eso iba a ser un mal negocio. Sus padres podían ayudarla económicamente, pero tampoco se sentía cómoda con esa idea. Parecía que las únicas opciones que tenía eran, o bien renunciar a comodidades que deseaba mucho y que le habián costado mucho esfuerzo, o bien renunciar a unos principios que estaban creciendo en ella.

 

A la hora de llevar a cabo el proceso de toma de decisiones, que es en lo que nos vamos a centrar aquí, el punto más determinante fue precisamente el primero, el del planteamiento de opciones. Y es que, en muchos casos, éste es el más difícil, pues cuesta ver más allá del drama que se atraviesa. Requiere cierta creatividad, dar rienda suelta a la imaginación sin dejar de tener los pies en el suelo. Y también, por supuesto, saber escuchar. Cuando los psicólogos nos limitamos en las primeras sesiones a recoger información, lo que llamamos técnicamente 'evaluar', logramos con ello conocer a la persona, y así extraer claves que pueden resultar decisivas. ¿Qué sabemos de Natalia hasta ahora? ¿Qué cosas le gustan o incluso le apasionan? ¿Dónde te la imaginas siendo feliz con lo que hace? Puede que hayas pensado en un cambio dentro del mismo sector textil, pero recuerda que no encontraba ofertas que colmasen sus aspiraciones económicas.

 

"¿Has pensado alguna vez en dedicarte a algo relacionado con los animales?". Natalia nunca se había detenido a considerar opciones dentro de ese mundillo, por lo que fue una de las tareas que se le pidieron en consulta para esbozar posibilidades. Al final, encontró su vocación en la peluquería canina, pues la formación era asequible y podía compaginarla con el trabajo. Simultanear la peletería con su plan de futuro no le encantaba, pero se le hacía más llevadero, porque lo veía como un sacrificio necesario para dedicar el resto de su vida al servicio de las mascotas.

 

Una vez formada y colocada en el sector de la peluquería canina, experimentó una bajada de ingresos a corto plazo, pero la satisfacción personal la compensaba: "Tendré que dejar de comprarme ropa por una temporada, pero bien lo merece esta liberación que siento". Eso a corto plazo, porque a largo plazo las perspectivas eran otras: "Por primera vez he hecho planes de futuro más allá de lo inmediato. Tengo la ilusión de poder llevar mi propio negocio de peluquería canina cuando vaya aprendiendo más del oficio, y así ganar más dinero. No sabes lo agradecida que estoy por haber dado este paso, es un trabajo muy sacrificado pero me encanta, ¡se me da muy bien!".

 

- El caso de Carlos. Cuando se demora el momento de independizarse.

 

Carlos solicitó nuestra ayuda después de pensárselo mucho tiempo, de no ver nunca el momento ni encontrar las ganas. Decía tener un problema anímico que no se atrevía a etiquetar, y que su madre temía que fuese una depresión. No había ocurrido nada significativo en su vida que le hiciese explicárselo: ni una ruptura, ni un fallecimiento, ni un problema laboral..., nada. Sin embargo, llevaba así desde hacía "más de un año, ni me acuerdo ya..., fue poco a poco". Estaba apático y le costaba disfrutar de cosas que siemrpe le habían gustado. "Es como si hubiesen perdido el sabor", decía.

 

Tenía treinta y dos años y vocación de reportero gráfico, por lo que se ganaba la vida como fotógrafo 'freelance' (autónomo). Era graduado en periodismo y comunicación audiovisual y había hecho un posgrado para especializarse en lo suyo, así como varios cursos para mejorar sus destrezas y establecer contactos. Llevaba años ejerciendo aunque de una manera inestable, sin unos ingresos fijos pero que le permitían cubrir sus gastos, incluso los viajes que tanto le gustaba hacer. Sin embargo, no se había independizado aún, y era visible que esto lo acomplejaba.

 

Carlos tenía una relación excelente con sus padres, divorciados de mutuo acuerdo cuando él tenía veinte años. Vivía con su madre desde entonces, sin problemas de convivencia. Al preguntarle abiertamente, Carlos reconoció que, pese a estar a gusto, sí que tenía la aspiración de independizarse, pero le echaban para atrás varias cosas. Por un lado, su economía sólo le permitía alquilar una habitación, y nunca se le presentó la oportunidad de compartir piso con un amigo o una pareja. "Para irme con desconocidos, prefiero quedarme con mi madre", decía. Por otro lado, temía perder las comodidades que suponía vivir con ella, y dejar de disponer de un dinero que bien podría ahorrar o gastar en viajes, una de sus pasiones. Además de todo esto, le echaba para atrás también el sentimiento de culpa, la sensación de que dejaría sola a su madre.

 

"Según la Encuesta Continua de Hogares (ECH) del INE realizada en 2019, el 52,8% de los jóvenes en España de entre veinticinco y veintinueve años vivían con sus padres o con alguno de ellos. Entre los treinta y los treinta y cuatro años, lo hacían un 24,5%. Eurostat (Eurostat, 'Estimated Average Age of Youg People Leaving the Parental Household by Sex'. Actualización a 21 de abril de 2002 recuperado de 'https://ec.europa.eu/eurostat/en/web/products-datasets/-/YTH_DEMO_030) estima en veintinueve años y medio la media de edad con la que la juventud española se independizaba en 2019, con cuatro años superior a la media de la Unión Europea. Unos datos que no han hecho sino aumentar en el último lustro y que, según un estudio de la Fundación BBVA (F. Pérez García (dir.), J. Aldás Manzano, J. M. Peiró Silla, L. Serrano Martínez, B. Miravelles Pérez, A. Soler Guillén e I. Zaera Cuadrado, 'Itinerarios de inserción laboral y factores determinantes de la empleabilidad: formación universitaria 'versus' entorno', Fundación BBVA, 2018) de 2018, se explica por "factores relacionados con el mercado de trabajo, el nivel de formación alcanzado o las condiciones de accesibilidad a la vivienda, además de factores culturales".

 

¿De dónde le venía entonces la aspiración de emanciparse, si parecían todo pegas? Para Carlos era una cuestión de momento vital, casi de presión social, se atrevía a decir. Todos sus amigos, incluso los más jóvenes, vivían independizados, y él empezaba a sentirse no ya rezagado, sino desubicado en ciertas conversaciones. Por otra parte, vivir con su madre no le facilitaba en absoluto la posibilidad de disponer de intimidad con sus ligues, y encima le hacía sentirse acomplejado, por lo que en más de una ocasión se dedicó a mentir para aparentar otra cosa.

 

Para Carlos, lo de emanciparse tenía más trascendencia que el mero hecho de firmar un contrato o pagarse las facturas. Era algo así como el elefante en la habitación, una obviedad a la que no prestaba atención, y que, sin embargo, explicaba en gran medida su problema -seguir en el domicilio familar lo limitaba en su desarrollo como persona, y tanto era así que había llegado a un punto en su vida en el que carecía de nuevas metas, de propósitos. Había entrado en una espiral perniciosa en la que no se veía mudándose hasta que no encontrase a una pareja con la que hacerlo, pero tampoco se veía encontrando pareja hasta que no se independizase.

 

Con Carlos el trabajo se enfocó en diversas áreas, como el terreno amoroso o su situación laboral. Sin entrar en detalles al respecto, sí puedo decir que al final todos sus problemas convergían en la necesidad de enfrentarse a la decisión de irse de casa, todos estaban salpicados de un modo u otro por este factor. Esperar a que el amor llamase a su puerta no podía ser su plan de vida. Conformarse con el trabajo que le iba saliendo era algo que sólo podía permitirse bajo el paraguas familiar, cuando tenía a su alcance vías aún por explorar. ¿Se limitaba, por tanto, la solución del problema a la decisión de independizarse? En absoluto: para llegar hasta ahí, el trabajo de toma de decisiones fue mucho más ramificado, no fue una sola, sino varias las decisiones que implicaban poder dar un salto así en su vida.

 

En el caso anterior, el de Natalia, veíamos cómo la clave estuvo en las opciones que podía plantearse. Bien, pues lo interesante del caso de Carlos es que aquí nos remontamos a algo anterior incluso: las preguntas que debía hacerse. A continuación, se resumen esas preguntas que terminaron marcando el camino:

 

- ¿Voy a limitarme a hacer los trabajos que más me gustan, u otros que me aseguren mayores ingresos? Carlos tenía posibilidades dentro del mundo de la comunicación, más allá de la prensa, que estaba descartando pese a sus mejores condiciones.

 

- ¿Voy a convivir con mi madre hasta el fin de sus días, o asumiré que tocará superar ese duelo? Sería un aprendizaje para ambos.

 

- ¿Voy a planificar mi vida en función de algo que no depende sólo de mí, como es tener una pareja estable, o voy a hacer mis planes e invitar a sumarse a quien encuentre en el camino? Necesitaba cortarle la cabeza de una vez por todas a esa pescadilla que se mordía la cola.

 

Nótese que aquí estamos hablando de un caso particular, el de Carlos, y que estas preguntas no pretenden en ningún caso ser un recetario general, sino las cuestiones pertinentes para unas circunstancias muy concretas. Ojalá, eso sí, pueda funcionarte como inspiración, sin perder de vista todo lo que habíamos hablado anteriormente sobre las expectativas.

 

Al final, Carlos terminó dando un giro a su vida profesional que le permitió alquilar un apartamento para él solo, y que estaba muy cerca de su nueva oficina. Esto le hizo sentirse realizado, además de satisfecho con su independencia y sus nuevas comodidades. Recaló en una agencia de comunicación con muy buen ambiente laboral, donde conoció a gente de su edad, lo que le hizo disfrutar del cambio y además le dio un impulso extra a su vida social. Con su madre no perdió el contacto, y de ello daba cuenta lo que él llamaba entre risas "el tráfico de tuppers" que iniciaron. Como decía él mismo, "ha sido cuestión de cambiar un par de cosas, y mi vida ha dado un giro de 180 grados... Hasta mi madre, que al principio lo sufrió un poco, ha visto que he recuperado la sonrisa y no me ha puesto ninguna pega, al contrario".

 

- A modo de resumen...

 

- A la hora de tomar una decisión trascendental para tu futuro ve sin prisa, pero sin pausa: no la demores más de lo necesario.

 

- Ayúdate del modelo que hemos desglosado en este capítulo, en el que nos planteamos opciones y los diferentes pros y contras de cada una.

 

- Ten en cuenta que tus opciones pueden ser más de las que crees. Estudiarlas con calma o preguntar a otras personas puede arrojar mucha luz al respecto.

 

- Asegúrate de estar planteándote las preguntas correctas.

 

(Ángel Peralbo, coordinador)