Iracundo Cascarrabias: Necesidad imperiosa y desmedida de descar-gar la ira, de mostrarse furioso e indignado de manera injustificada ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 9/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Primera parte: Las doce necesidades insatisfechas, imperiosas, desmedidas, que son consecuencia de nuestros vacíos del alma y nos hacen infantiles, insensatos y desgraciados.

 

- 4.- Iracundo Cascarrabias: Necesidad imperiosa y desmedida de descargar la ira, de mostrarse furioso e indignado de manera injustificada.

 

"'Maximum remedium irae mora est' (El mejor remedio para la ira es la dilación)" (Séneca).

 

Quien nunca se ha indignado no es humano. La ira, la indignación, es una emoción justificada y normal en muchísimas ocasiones. Sentimos una indignación comprensible cuando nos enteramos de que una mujer ha denunciado varias veces que es maltratada y finalmente muere víctima de malos tratos a manos de su pareja. Sentimos una ira lógica cuando un miserable caradura explota a inmigrantes y les paga cuatro perras y experimentamos una indignación fundada ante terribles situaciones en que los seres humanos son privados de su libertad, masacrados, envilecidos y escarnecidos; al igual que existe una profunda indignación ante la injusticia, la televisión basura y tantas otras cosas.

 

Es decir, que está justificado el enfado cuando cualquier persona buena y en su sano juicio se enfadaría; pero no sólo está justificado el enfado en tales circusntancias sino que es digno de alabanza y de reconocimiento, porque gracias a esa santa y noble ira necesaria de tanta buena gente el mundo ha mejorado en infinidad de cosas.

 

Dejemos claro, por tanto, que hay determinadas reacciones de ira que han permitido que el mundo, las personas y las cosas vayan a mejor. En el ámbito laboral, de la política, de la convivencia humana, de los derechos humanos, la ira nos llevó a reaccionar ante algo que considerábamos injusto, inhumano o innoble y gracias a ella se hizo algo por mejorar esas cosas.

 

- ¿Cuándo la ira y la indignación se convierten en un problema?

 

Cuando se utiliza la indignación como tapadera de nuestros descuidos, fallos, injusticias y acciones innobles. Entonces la furia se desata con toda su virulencia para acallar la propia conciencia, negar la evidencia, atemorizar o confundir al contrario; todo menos enfrentarse a la verdad y a las propias emociones incontroladas.

 

La indignación ya no tiene como propósito responder o reaccionar ante una injusticia, una tradición, sino que se monta en cólera para obtener cualquier objetivo y alimentar el propio ego a expensas del bien de los demás. Las personas con una necesidad imperiosa de descargar la ira se exasperan y llegan a un alto grado de indignación sin tener verdaderos motivos, por nada. Han observado que con su furia desmedida les sube la adrenalina, alimentan su ego, se imponen más fácilmente a los demás y casi siempre logran lo que desean; de ahí que hagan de la furia una necesidad.

 

Del contratiempo al arrebato de ira en breves instantes. Cualquier persona normal pasa de manera gradual desde el simple contratiempo, contrariedad o fastidio a unos niveles de mayor irritabilidad, y no siempre se llega a la indignación y a la explosión de ira porque ha habido tiempo para la reflexión y para enfriar la mente y razonar. De no ser así, el proceso normal desde una simple contrariedad hasta el arrebato de ira es como sigue:

 

- Algo nos molesta, nos fastidia, se interpone en nuestro camino y nos contraría.

 

- Según nuestra capacidad de reflexión, autocontrol y aguante, según el momento y la situación personal en que nos encontramos y las características de la situación o de la persona que nos fastidia, la contrariedad se convierte en frustración más o menos soportable. si el grado de frustración y de malestar interno nos produce desazón y juzgamos que es injusto e intolerable lo que nos esá sucediendo, pasamos al nivel siguiente.

 

- Irritabilidad, verbalizaciones violentas y subidas de tono que casi siempre nos conducen al nivel siguiente.

 

- El arrebato de ira, con o sin violencia verbal y física.

 

Diríamos que éste es el proceso que va 'in crescendo' desde el simple contratiempo a la explosión iracunda; pero ¿qué les sucede a las personalidades explosivas sin control sobre sus emociones? Que pasan en breves instantes del simple contratiempo al arrebato de ira, se disparan como si en en su interior existiera un interruptor que se activara por sí mismo. Seguramente el lector recordará alguien cercano que ante una simple contrariedad y en un instante se ha convertido en un energúmeno, en una fiera incontrolada, lleno de furia y de rabia y sin control sobre sus palabras y actos.

 

"Piensa cuánto más dolorosas son las consecuencias que las acciones que las han originado" (Marco Aurelio).

 

El remedio está en aprender a ser empáticos, a calmarse, a respetar a los demás y ver si la ira está justificada o por el contrario se utiliza para obtener lo que deseamos, acallar nuestra conciencia y alimentar nuestro ego a expensas de los demás. Aprender a controlar en alguna medida nuestras emociones, ser conscientes de nuestros arrebatos de ira y por qué y desde cuándo nos dominan puede ayudar al ser humano violento a lograr unas mínimas cotas de calma y de sosiego.

 

No podemos olvidar que la agresividad está presente en todas las especies del planeta, que la utilizan como medio de protección y de supervivencia, pero la especie humana es más destructiva que cualquier otra especie. Hemos avanzado en todos los campos de la ciencia, pero apenas hemos dado un paso en el arte de saber calmarnos, serenarnos y tener control sobre nosotros mismos.

 

Gracias a nuestro neocórtex (cerebro nuevo) estamos aprendiendo a ser empáticos, a que los problemas y las necesidades de los demás no nos dejen impasibles y nos vamos humanizando, aunque muy lentamente. Todavía está demasiado presente en nuestras vidas y reacciones el paleocórtex (cerebro antiguo), el que nos hermana con el tiburón y la piraña, que jamás pueden calmarse y cuya herramienta para sobrevivir y lograr alimentos es su implacable furia.

 

- El iracundo, un niño que tiene mucho miedo.

 

Quiero decir que tras la ira desmedida, injustificada y descontrolada siempre se encuentra un niño (ser inmaduro e irreflexivo) frustrado y temeroso que para liberarse de su propio miedo, darse ánimos a sí mismo y asustar al contrario, utiliza la indignación, la furia y la violencia destructiva.

 

Da igual que se trate de unos niñatos irresponsables de dieciséis o dieciocho años que todo lo ensucian y destrozan ("para dar trabajo a los barrenderos", decía un mentecato de diecisiete años, al ser entrevistado en televisión) o que sea un adulto de cincuenta o sesenta años que explota y se enfurece por una nimiedad, con el rostro desencajado y fuera de sí, lanzando toda clase de amenazas e improperios. Su falta de consistencia interna, sus miedos y neuras les llevan a comportarse como niños de tres o cuatro años, caprichosos y temerosos, que rabian, patalean y montan un circo porque les han quitado un juguete o no se les compra un chupachups.

 

- ¿Cómo se siente el iracundo compulsivo?

 

Es consciente de su anomalía, de su trastorno y sabe que no es una persona normal. Es bueno hacerle ver que conocemos su defecto, su anomalía y descontrol, así como su inmadurez e infantilismo, pero esto les pondrá fuera de sí porque sabemos su secreto.

 

El iracundo vengativo utiliza su ira como calmente de su propia rabia y odio contra sí mismo. Por eso algo sin importancia se convierte en motivo suficiente para pasar en unos instantes de cero a cien en agresividad y furia. Es un ser débil, inseguro y acobardado, y su ira es un grito desesperado pidiendo fuerzas y ayuda. Se sabe que no pocos iracundos fueron niños maltratados que padecían la ira y la violencia de sus progenitores.

 

En su mente retorcida subyace la idea de que quien es mejor o más fuerte que alguien tiene derecho a tratarle mal o si soy capaz de maltratarte es porque soy mejor que tú. Ser maltratado en la infancia ha podido producir un deterioro psicológico tan grande que utilizan la furia y la ira como una prueba de su fuerza y de su superioridad sobre los demás.

 

- La espiral de la violencia verbal psíquica y física en la pareja.

 

El violento compulsivo hará todo lo posible para tener motivos (aunque no los necesite) que justifiquen su furia, su violencia y agresividad contra su pareja. Para tener motivos y poder atacarle tiene que considerarle un ser malvado y por eso busca defectos, fallos y miserias, y si no existen los inventa. Su actitud será de alerta continua, permaneciendo a la caza de cualquier fallo, descuido o error, por imperceptible que sea, para echárselo en cara al instante e iniciar su ataque implacable de acoso y derribo.

 

'¿Vives con una persona a la que no se le escapa ninguno de tus fallos, lapsus y pequeños errores y que, además, durante años no te ha reconocido ningún mérito o valor ni te ha alabado privada o públicamente?'

 

Si respondes afirmativamente ten por seguro que tienes a tu lado a un ser iracundo compulsivo; cumple a rajatabla los consejos que te doy a continuación sobre cómo convivir con alguien que monta en cólera por lo más mínimo. No esperes reconocimiento alguno de su parte ni alabanzas ni buen trato: no puede, o mejor, no sabe dártelo, porque es como si estuviese programado para enfurecerse, para criticar y no para controlarse y admitir las cualidades o méritos de quien tiene a su lado.

 

No olvides que tu pareja necesita imperiosamente reaccionar de manera furiosa y violenta para darse seguridad y afirmar su ego. En consecuencia no debe extrañarte que esté tan atento en llevar bien en cuenta todos tus fallos y defectos para convertirte en diana de todos sus ataques y dardos envenenados. ¿Verdad que desde que convives con una persona como la descrita sientes como si pretendiera convertirte en un ser malvado?

 

- Para soportar la convivencia con un iracundo compulsivo.

 

Lo más aconsejable, desde cualquier punto de vista que se mire, es poner tierra de por medio si estás convencido de que eres la diana de todas las iras de un furibundo compulsivo, pero si por los motivos que fueran tienes que soportar a un ser iracundo compulsivo te sugiero que tomes las siguientes medidas:

 

- Fija tú mismo un tiempo para ser objeto de sus iras, pero no permitas que se tome la libertad de atacarte cuando le venga en gana. Dile sin temor: "No voy a estar disponible para que lances tus dardos de rabia y de ira con menosprecio e insultos contra mí en cualquier momento y lugar, porque me iré de tu lado, desapareceré, si así lo haces. Propongo fijar media hora por día para que te dediques a echarme en cara lo que te plazca". (Pongamos por ejemplo de 8 a 8.30 de la tarde). Obrando así dispondrás del resto del día para estar tranquilo/a. Debes ser tajante e implacable en no consentirle que pueda descargar su ira cuando le plazca.

 

- No pierdas tu tiempo en contradecirle, darle razones o defenderte de sus ataques, porque malgastas tus energías, alientas y atizas su ira y deseos de ataque, acoso y derribo. Como bien dice el gran filósofo Julián Marías: "Es inútil tratar de contentar a quien no se va a contentar". Tú sencillamente escucha impertérrito sus ofensas, menosprecios y ataques, como la roca del acantilado soporta incólume los trallazos de las olas encrespadas de un mar embravecido.

 

- Recuerda que tú eres el fuerte, y quien grita, se enfurece y pierde el control es débil. No adoptes jamás la actitud de debilidad, de temor, de fragilidad, pero tampoco de prepotencia. El secreto de tu fuerza es que tú sabes que estás ante un iracundo compulsivo, alguien controlado por sus propios miedos y temores, que pretende darse seguridad poniéndote nervioso y provocando tu ira hasta amargarte la vida. Tú conoces los mecanismos de su conducta patológica. ¿Vas a ser tan estúpido como para seguir siendo de por vida el blanco de sus iras?

 

- Prométete no ser por más tiempo la presa de sus garras, el objeto de sus ataques y dile con firmeza que se busque otra diana sobre la que seguir lanzando sus dardos envenenados.

 

- Deja que el iracundo y violento pague las consecuencias de sus malas formas, de su impulsividad, de su falta de respeto. Someterse al iracundo, dejarse pisar es tanto como reafirmarle en que debe seguir machacando al prójimo. Todo aquel que se va de rositas tras una mala acción volverá a repetirla, pero con más saña y virulencia y crecido en su interior.

 

- Recurre al 'stop', al tiempo muerto y corta en seco al iracundo, déjale con la palabra en la boca, con la furia rabiosa en su corazón y dile: "Sólo volveré a hablar contigo si estás calmado y me tratas con respeto", y cumple siempre con esta afirmación. Recuérdale que ya se fijó un tiempo para que lance sus iras contra ti.

 

Dejo para tu reflexión estas palabras del viejo filósofo Aristóteles: "Cualquiera puede enfadarse, eso es fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en la medida correcta, en el momento oportuno, con el propósito adecuado y la manera conveniente, eso no está al alcance de cualquiera ni resulta fácil".

 

(Bernabé Tierno)