Serenidad interior ante lo irremediable ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 28/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Tercera parte: Cien "lecciones-reflexiones" de sabiduría esencial que deben ser bien meditadas y llevadas a la práctica en la vida cotidiana.

 

- 3.- Serenidad interior ante lo irremediable.

 

"Si tiene remedio, ¿por qué te quejas? Si no lo tiene, ¿por qué te quejas?" (Proverbio oriental).

 

"Admite con beneplácito y serenidad que la vida no es justa, ni las cosas suceden siempre a nuestro gusto, ni las personas son perfectas... y siente paz interior por que así sea. Deja que la paciencia infinita del tiempo trabaje a tu favor y espera el milagro, a pesar de todo".

 

Aceptar lo que ya es y no puede dejar de ser es señal de sabiduría. La misma sabiduría que pone todos los medios a su alcance por mejorar y remediar lo que todavía tiene remedio.

 

En el lado opuesto de la sabiduría se encuentra la estulticia de quien pierde el tiempo en lamentos o no aprovecha la última oportunidad que se le presenta para resolver un problema.

 

Ese gran sabio, que es el tiempo, hermano gemelo de la terca paciencia, nos recuerda a cada instante que hay que saber esperar, porque cada cosa y acontecimiento tiene su momento, pues como diría Jalil Gibran: "No hay primavera sin flores, / ni verano sin colores, / ni otoños sin racimos, / ni inviernos sin nieves y fríos...".

 

Claro que la vida no es justa y no suceden las cosas según nuestros deseos y expectativas. Precisamente por eso lo inteligente es hacer lo que está en nuestras manos y aprovechar todas las oportunidades, pero ante lo inevitable se impone la serena aceptación de los hechos y esperar que la infinita paciencia y sabiduría del tiempo trabaje a nuestro favor.

 

Alguien me contaba no hace mucho con qué paz, sensatez, sabiduría y sentido del humor una inteligente anciana tranquilizaba a sus hijos y nietos ante la inevitable aproximación de su muerte: "hijos, debéis aceptar lo inevitable con la misma tranquilidad y gozo que yo lo hago. Soy muy mayor y mi cuerpo pide tierra. ¿De qué me va a servir quejarme, protestar o amargarme? Ya he vivido mucho y ahora, después de tantos años, entiendo la necesidad de la muerte. No estamos pensados para vivir siempre. A lo mejor ser eternos sería hasta un suplicio...".

 

Dejo a la consideración y reflexión del lector la tarea de pensar y repensar estas palabras de serena aceptación pronunciadas por una anciana a las puertas de su muerte.

 

Las cosas no pocas veces serán contrarias a nuestros deseos y expectativas. Las personas se comportarán con arreglo a su carácter, formación y motivaciones, independientemente de nuestro criterio y apetencias. No está en nuestras manos cambiar las cosas ni las circunstancias ni a las personas, aunque sí se puede lograr algo, a veces, con oportunas e inteligentes intervenciones. Pero, en cualquier caso, nadie nos impedirá que nosotros cambiemos de actitud y todo lo amoldemos a nuestra forma de ser y de pensar y a nuestras particulares circunstancias.

 

(Bernabé Tierno)