Dueño de tus palabras y concordadas con la vida ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 51/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Tercera parte: Cien "lecciones-reflexiones" de sabiduría esencial que deben ser bien meditadas y llevadas a la práctica en la vida cotidiana.

 

- 26.- Dueño de tus palabras y concordadas con la vida.

 

"Hay que masticar las palabras más que un trozo de pan" (Proverbio georgiano).

 

"Espera tu turno para hablar, escucha, haz una pausa, piensa antes de dar una respuesta. Deja que tu interlocutor se vacíe y diga lo que piensa, reflexiona detenida y serenamente en las consecuencias de tus palabras y después responde con sensatez y sin perder la calma, la compostura y el control de ti mismo".

 

Salvo del amor, de ningún otro tema se habrá escrito tanto como de las palabras. Hace bastantes años leí un proverbio árabe que quise poner en práctica, pero no fui capaz. En cualquier caso, tenerlo presente en mi mente me ha librado de no pocos problemas, pero hasta hoy no he conseguido llevarlo a la práctica más allá de un cinco por ciento de las veces. Dice así. "No abras los labios si no estás seguro de que lo que vas a decir es más hermoso que el silencio".

 

¿Quién no ha tenido la certeza de que era el momento preciso en que debía terminar una convresación y sin embargo ha seguido hablando hasta provocar la catástrofe? Si supiéramos de verdad hablar con sensatez, cordura y control de nosotros mismos, también sabríamos cuándo debemos hablar y cuándo es preferible callar. Pocos temas trabaja tanto y con tanta intensidad el aprendiz de sabio como las palabras, porque es consciente de que la discreción en lo que dice debe ocupar un lugar preferente en la escala de valores de quien pretenda hacer camino por la estrecha senda de la sabiduría.

 

Si antes de hablar tuviéramos presente que cuando hablamos y emitimos juicios y opiniones revelamos lo más profundo de nuestra personalidad y nos juzgamos a nosotros mismos, probablemente no le permitiríamos a nuestra lengua ir a mayor velocidad que nuestro pensamiento...

 

En la vida familiar, entre esposos, entre hermanos, entre padres e hijos y con las personas con las que se tiene gran amistad, es frecuente que no se cuiden las formas. Seguramente tiene algo de verdad ese dicho un tanto vulgar, pero claro y lapidario, que dice: "donde hay confianza, da asco". Por desgracia, los gestos, las formas y sobre todo las palabras, levantan muros a veces infranqueables entre las personas con las que nos une una relación de sangre, de compromiso o de amistad. Volviendo a echar mano de otro proverbio árabe, "las heridas de la lengua son más profundas e incurables que las del sable"...

 

Pensar antes de hablar, decirse a uno mismo primero lo que vamos a decir al otro, sentir antes lo que pensamos comunicarle, sopesar previamente las consecuencias de nuestros juicios y pareceres, recurrir siempre a la cortesía y a la amabilidad en las formas y no sentirnos con el derecho de juzgar ni condenar a nadie con nuestras palabras hiriéndole y ofendiéndole, es el camino seguro, la actitud correcta.

 

¿Significa esto que siempre hemos de guardar silencio? Evidentemente, no. Las palabras pueden ser muy necesarias, reconfortantes y decisivas. Además si no se habla nunca de algo en concreto, es como si no existiera. Las palabras de reconocimiento, de aliento, de ánimo son un verdadero tesoro y no hay energía más reconfortante que las palabras sinceras que salen del corazón y llegan a otro corazón. Hablar lo necesario, saber escuchar y no hablar por hablar ya que si se habla en demasía, sin pensar qué se dice y sin control, es fácil terminar diciendo necedades e inconveniencias.

 

Por encima de todo, estemos atentos, no vaya a ser que con tantas reflexiones nos dejemos una fundamental que hago en forma de pregunta. Pido sinceridad: ¿pertenece usted a ese tipo de personas para las que hablar y ofender es prácticamente lo mismo? Si lo es, difícilmente será capaz de reconocerlo, pero puede tener la certeza de que el mal que se causa es tremendo y que nada delata de manera tan clara a una persona como sus palabras.

 

Séneca nos da una recomendación final: "Decir lo que sentimos, sentir lo que decimos y concordar las palabras con la vida". ¡Buen programa de trabajo!

 

(Bernabé Tierno)