Tú y tu felicidad ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 50/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Tercera parte: Cien "lecciones-reflexiones" de sabiduría esencial que deben ser bien meditadas y llevadas a la práctica en la vida cotidiana.

 

- 25.- Tú y tu felicidad.

 

"La mayor felicidad del hombre es ser él su causante, gozando de aquello que él mismo ha adquirido" (Emmanuel Kant).

 

"Recuerda que no puedes huir de ti mismo, pero sí cambiar de actitud, si piensas que, en otro lugar, con otra persona, en otras circunstancias, serías feliz; te equivocas, porque eres tú, y no las circunstancias, la verdadera causa de tu felicidad o de tu desgracia".

 

Querido lector, sé que, así de entrada, no se digiere bien esta reflexión y te encuentras molesto, e incluso enfadado por esta afirmación que acabo de hacer tan rotunda de que "eres tú, y no las circunstancias, la verdadera causa de tu felicidad o de tu desgracia", y te comprendo, porque a mí me costó bastante tiempo tanto "masticarla" como "digerirla". Mira cómo "respiraba" un paciente cabreado: "A usted le daba yo a mi jefe, a mi suegra y a mi vecino de arriba que se cree Plácido Domingo y Paco de Lucía al mismo tiempo. En mis circunstancias, cualquiera estaría ya en un psiquiatra más loco que una tartana o en la cárcel por haber hecho una barbaridad. Yo no soy la causa de mis desgracias, oiga, mis desgracias me llegan de la gente que me rodea, por mi mala suerte y porque soy estúpido y no tengo un par de "c" para poner a la gente que me "j" en su sitio".

 

Quien así hablaba era Paco, un andaluz afincado en Madrid, buena persona, pero incapaz de llegar a entender que las personas tenemos la posibilidad de cambiar nuestra actitud respecto de las circunstancias que nos desequilibran o afligen. Si no cambiamos de actitud, se nos podría comparar con el boxeador que no esquiva los golpes del contrario ni baila en su derredor y se queda con la guardia baja y estático ante los puños de su atacante.

 

Al final de sus palabras, Paco encontraba la solución sin percatarse de ello, cuando pensando en voz alta decía: "porque no sé poner a la gente en su sitio". Ahí está la clave, porque si alguien se mete con todo descaro en nuestra vida, en nuestro exclusivo espacio vital y pretende domesticarlo como a un perrito, lo conseguirá, salvo que le dejemos claro que somos nosotros los que decidimos nuestra forma de ser, de vivir y de comportarnos.

 

"Al jefe, durante el tiempo que estás en el trabajo -le dije a Paco-, trátalo como tal, pero sin perder jamás un ápice de tu dignidad. Si está cabreado con frecuencia, puedes verle como a un bebé caprichoso o como a un estúpido que piensa que amargándote la vida va a sentirse más importante. Demuéstrale que tú eres positivo, simpático y buena gente con tu actitud. Dile con ironía: "Yo le aprecio mucho, señor X, y sufro cuando le veo tan enfadado. El otro día le oí a un médico que las personas tan exigentes y trabajadoras como usted sufren de infarto a edades relativamente jóvenes. Alégrese un poquito. ¿Le apetece que le cuente un chiste que le hará que se ría como nunca?".

 

"Con la suegra, sé cariñoso y respetuoso y bromista, sea cual sea su actitud, y déjale claro, sin perder la sonrisa, que eres tú y tu esposa quienes tomáis decisiones en vuestra casa, aunque le agrade infinitamente las molestias que se toma con vosotros".

 

"En cuanto al vecino, proponlo como animador de las fiestas del barrio y dile que te grabe algún casete con sus interpretaciones, pero al mismo tiempo le pides que baje el tono y busque momentos del día en los que no estéis descansando o durmiendo. Dale a entender que tú sabes que es persona comprensiva o buen vecino y sabrá comportarse como tal".

 

No llegé a saber si las alternativas que sugerí al bueno de Paco surtieron el efecto deseado, pero sí sé que las peores circunstancias pueden manejarse de manera inteligente para que resulten menos adversas y no nos condicionen la vida.

 

(Bernabé Tierno)