No a la descalificación personal ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 68/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Tercera parte: Cien "lecciones-reflexiones" de sabiduría esencial que deben ser bien meditadas y llevadas a la práctica en la vida cotidiana.

 

- 43.- No a la descalificación personal.

 

"Si tú y yo discutimos y tú me vences, ¿será acaso verdadero lo tuyo y falso lo mío?" (Lao-Tse).

 

"En las discusiones y disputas, demuestra tu sabiduría y nobleza procurando comprender el punto de vista y los intereses del contrario. Si puedes, concédele la parte de razón que sinceramente pienses que le asiste. Después, defiende con firmeza y claros argumentos tus ideas, pero sin caer jamás en la descalificación ni perderle el respeto, porque te lo perderías a ti mismo".

 

La mayor parte de las discusiones derivan en acaloradas disputas y se corre el peligro de llegar hasta la violencia verbal, e incluso física, porque lo subjetivo se impone a la realidad sobre la que se discute, a lo objetivo.

 

Hoy es 31 de agosto de 2004, cuando escribo esto y me siento aliviado ya que por fin, después de cuatro días que hace que he vuelto de vacaciones, he podido ocupar mi plaza de garaje. Lo que me ha sucedido a mí puede sucederle a usted mañana mismo. Cuando llego al garaje de la comunidad en que vivo en Madrid, veo que el lugar que me permite hacer el giro para ocupar mi plaza está ocupado por un coche viejo. El portero no sabe de quién es ese coche, hablo con el presidente de la comunidad y le digo que puesto que el dueño no ha dejado ninguna nota, es peligroso dejar en el garaje un coche sin identificar, además yo necesito aparcar mi coche. Bajo al garaje y el portero ya había localizado al dueño del vehículo. Era el hijo de un vecino, que se había marchado de fin de semana, y se le ocurrió dejarlo ocupando mi plaza en lugar de en la calle. El padre del joven, nada más verme y sin mediar palabra por mi parte y en tono altanero, me dice: "Señor psicólogo, usted que tanto habla y escribe no es para que se tome así las cosas, parece mentira...".

 

¿Sabe el lector cómo terminó la historia? Pasaron tres días sin que yo pudiera ocupar mi plaza y como le eché en cara a este señor su actitud chulesca, él me insultó. Por un momento me di cuenta de que estaba entrando en el juego de una persona que había creado un problema; yo era el perjudicado y sin embargo era él quien se sentía ofendido. "Sólo pido poder aparcar mi coche en mi plaza, llame a una grúa o haga lo que sea, caballero, es usted (o su hijo) quien ha creado el problema y le pido disculpas por echarle en cara su actitud chulesca". Él también me pidió disculpas, pero no creo que haya caído en la cuenta de que debió ser él quien de inmediato diera solución al problema que su hijo había creado, en lugar de permitir que pasaran tres días sin hacer nada.

 

Este vecino sólo tenía razón en una cosa, en que yo le reproché su chulería y, aunque yo llevara razón en todo lo demás y su actitud conmigo fuera altanera y despectiva, yo no debí caer en la trampa de expresar mis sentimientos, mi apreciación subjetiva sobre este caballero, sino centrarme en la realidad, en lo objetivo, en que se llevara su coche que me impedía ocupar mi plaza, y no entrar en el terreno de la descalificación personal.

 

- ¿Cuál hubiera sido mi actitud si yo fuera ya un aventajado aprendiz de sabio?

 

No hubiera perdido los papeles cuando él entró en el terreno personal y despectivamente me dijo: "Señor psicólogo...". Me hubiera limitado a responderle: "Su coche me impide ocupar mi plaza y usted que ha creado el problema estoy seguro de que lo solucionará".

 

(Bernabé Tierno)