El mejor regalo ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 76/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 


- Tercera parte: Cien "lecciones-reflexiones" de sabiduría esencial que deben ser bien meditadas y llevadas a la práctica en la vida cotidiana.

 

- 51.- El mejor regalo.

 

"La vida es fascinante: sólo hay que mirarla a través de las gafas correctas" (Alejandro Dumas).

 

"Que nada ni nadie te haga dudar de que la vida es el mayor don, el regalo más extraordinario, y que estás en este mundo para ser feliz y para hacer felices a los demás. Que tu objetivo es hacer el bien por donde vayas y hacerte el bien a ti mismo, y que el secreto está en que sepas seguir tu camino a pesar de todos los conflictos, avatares y circunstancias adversas, mientras te das paz y disfrutas en cada momento de lo que eres y tienes, de lo sencillo y cotidiano que te depare la vida".

 

En alguna medida, las reflexiones de este punto no hacen sino reafirmar y potenciar cuanto se ha dicho en el punto anterior: ya somos una maravilla, y cada vivencia y experiencia de lo cotidiano también es una maravilla. El problema está en que la mayoría de las personas no son conscientes de esta gran verdad, se equivocan de camino y buscan donde no deben hacerlo, pertrechados, además, con una forma de pensar y de actuar inadecuada.

 

En este punto nos referimos directamente a la vida como el mayor don, el mejor de los regalos que recibe cada ser humano y que nuestro proyecto vital no debe ser otro que poner todos los medios a nuestro alcance para que nuestra existencia sea verdaderamente feliz y gozosa.

 

El amable lector, por mucho que lo intente, no va a encontrar un proyecto mejor para la existencia humana: ser feliz y en lo posible contribuir al bien y a la felicidad de los demás.

 

Está en nuestras manos lograr ver la vida, que en sí misma ya es fascinante, a través de las gafas correctas, como aconseja Alejandro Dumas. Es la forma de percibir lo que determina "el color" de cada momento.

 

Ahora mismo, estés donde estés, amable lector, es muy probable que cerca de ti se encuentren dos o más personas, más o menos felices o desgraciadas por su forma de ver, de percibir. Acabas de salir de un restaurante y te han servido la cena dos camareros: uno, nada más cruzar su mirada contigo te ha sonreído, y en su expresión y en el matiz de sus palabras has percibido afecto, agrado y la sensación de que te decía: "estoy encantado de su presencia, caballero". El otro camarero es correcto, pero muy distante, casi frío, no te transmite confianza para pedirle que, además de la cerveza sin alcohol quieres que te traiga una jarra de agua del grifo (no agua mineral), porque el agua de Madrid es muy buena.

 

No quiero decir con esto que el primer camarero, muy cálido, cercano y amable, necesariamente sea feliz, pero me cuesta pensar que una persona así sea desgraciada. Tampoco me atrevería a afirmar que el segundo camarero, distante y un pcoo cortante, sea desgraciado... pero está haciendo oposicioens a serlo, por su actitud de desagrado.

 

Esté donde esté, la persona que se levanta cada mañana agradeciendo a Dios y a la vida precisamente el hecho de vivir, ya se siente premiada y regalada por tener a su disposción un nuevo día. Necesariamente impregnará cada momento de ese día del gozo interior que le embarga.

 

Un ejercicio que yo hago con frecuencia y que le recomiendo al amable lector es buscar donde me encuentre en ese momento a alguien que transmita felicidad, alegría y dicha por vivir. Me acerco a esa persona y le digo: "Perdone mi descaro, pero me apetece preguntarle si realmente es usted tan feliz como se le ve. Contagia usted su felicidad". Prácticamente en todos los casos he obtenido la misma respuesta: "No puedo quejarme, sí soy muy feliz, pero no todo es felicidad", rematan algunos.

 

(Bernabé Tierno)