Optimismo vital ('Aprendiz de sabio', Bernabé Tierno, 77/126)


Aprendiz de sabio. La guía insuperable para mejorar tu vida

 

- Tercera parte: Cien "lecciones-reflexiones" de sabiduría esencial que deben ser bien meditadas y llevadas a la práctica en la vida cotidiana.

 

- 52.- Optimismo vital.

 

"Las lamentaciones no sirven para nada; entregarse a ellas es perder el tiempo presente por un pasado que ya no nos pertenece" (A. Dufresnes).

 

"El derrotismo, la autocondena y el lamento son la carcoma de la voluntad, de la mente y de la salud física y psíquica. Destiérralos para siempre de tu vida y practica el optimismo realista y el autodiálogo positivo, sin olvidar que llegarás a ser y a vivir según piensas y te juzgas a ti mismo".

 

En mis años de profesor, cada año me encontraba en clase dos o tres "Jeremías", lloricas, quejicas. Como eran clases de cuarenta alumnos, he llegado a pensar que debe de haber de un seis a un ocho por ciento de quejicas en el mundo. Perdone el lector mis cálculos estadísticos y vayamos a lo esencial. Cuando tenía ante mí a alguno de estos "Jeremías", le decía: "Abre tu cuaderno de tareas y en la primera página, con mayúsculas, escribe este proverbio oriental que tienes que leer cada día: "si tiene remedio, ¿por qué te quejas? Si no lo tiene, ¿por qué te quejas?". El niño o adolescente me miraba extrañado y lo mismo sus compañeros. Entonces, durante unos minutos, cerrábamos los libros de latín, de geografía o de lengua y todos nos poníamos a pensar y reflexionar sobre la sabiduría del proverbio. Pasaron los años y cuando me he encontrado con alguno de aquellos niños quejicas, hoy hombres o mujeres de cuarenta o cuarenta y cinco años, me han agradecido que les enseñara a no quejarse, a afrontar las dificultades con alegría y decisión y a entender que el lamento y la queja casi siempre es una estúpida pérdida de tiempo y de energías. Es curioso la felicidad que reporta a veces haber sido profesor y encontrarte a un tipo grueso, barbudo y canoso que te sonríe y te mira afectuosamente, al tiempo que te dice: "Si tiene remedio, ¿por qué te quejas? Si no lo tiene, ¿por qué te quejas? No sabe usted quién soy, doctor Bernabé, pero esa frase me la hizo usted aprender de memoria"... al final, me tengo que dar por vencido hasta que mi alumno me da pelos y señales, y termino por caer del guindo y reconocerle, y nos fundimos en un abrazo.

 

El problema del derrotista, del quejica y del eterno preocupado por todo es que se bloquea, no actúa, no pone medios y malgasta sus energías y su tiempo en lamentar su suerte; con el agravante de que llega a convencerse de que él es gafe, que nada le sale bien, o bien de que es tonto o incapaz. En cualquier caso se instala en la cómoda actitud de la queja y espera que las cosas se solucionen solas o que alguien con más decisión y capacidad le saque del atolladero.

 

La vida me ha enseñado que el hábito de la autodisciplina, de la responsabilidad y de hacerse cargo de sí mismo siempre conduce al logro del objetivo que nos hemos propuesto y a una vida más agradable, plena y feliz.

 

¿Y en las situaciones verdaderamente críticas? Con mayor motivo en momentos como ésos a nada positivo conduciría recurrir al lamento o dejarnos atrapar por el pánico y la pasividad. El aprendiz de sabio conoce por experiencia que por mal que estén las cosas, mientras quede una gota de coraje y de ilusión en un alma esforzada es posible llegar a la victoria desde la derrota y al éxito desde el fracaso.

 

- Recuerda...

 

Pongamos remedio a lo que anda mal si es posible, pero no recurramos a la queja, y si no hay remedio, con menor motivo debemos preocuparnos de lo que no tiene solución ni arreglo.

 

(Bernabé Tierno)